El suicidio del pensamiento
A propósito de
Chesterton, Ortodoxia, 3
Manuel Ballester
La
tesis que Chesterton va construyendo capítulo a capítulo en Ortodoxia es que hay una realidad, un
mundo, que es maravillosa, que contiene lo que es más que suficiente para que
los hombres vivamos dichosamente. Porque el cosmos ha sido puesto para disfrute
del hombre (y no al revés, como afirma la reciente ecolatría en sus diversas formas y nombres).
El
hombre, nosotros, ha sido creado para disfrutar. Anhelamos lo que los griegos
llaman eudaimonía, es decir, vida
plena, vida a lo grande o vida buena (a condición de no confundir la buena vida
con la vida buena, claro).
Y esto no es una opinión entre otras igualmente válidas o vaya usted a saber porque si vale todo, nada vale. Y nadie plantea sensatamente una tesis diciendo que a lo mejor no es verdad y que quizá la opuesta valga tanto como lo que él sostiene. No: cuando una persona lúcida, sensata, afirma algo es porque piensa que eso es así, realmente así, verdaderamente así.
Cuando
las cosas se tuercen en la vida de las personas y de los pueblos, cuando nos
desorientamos, hay que hacer un alto en el camino e intentar recuperar la senda
correcta. Eso hace Chesterton. En el capítulo segundo señaló una primera
dificultad: el error de confiar en sí mismo. Nadie se salva a sí mismo; por
varios motivos, que quedaron allí aludidos.
Y
continúa en esa línea de recuperar la senda correcta, de la opción sensata (la
filosofía de la sanity), mostrando
las vías que desorientan. En el capítulo tercero lleva a cabo una «revisión
aproximada del pensamiento reciente», para mostrar sus deficiencias y, sobre
todo, para elaborar una filosofía de la vida que dé razón de nuestro natural
deseo de plenitud.
El
pensamiento moderno se afirma crítico, se reconoce en la duda como principio.
¿Significa esto que hay que negar el título de pensadores a quienes no han
iniciado su pensamiento por la duda (Platón o Aristóteles por sólo mencionar un
par)? ¿Significa esto que, puesto que siempre hay que empezar dudando de todo y
todos, nunca podremos avanzar sobre lo que nuestros predecesores han logrado?
La crítica incontrolada puede dar al hombre imagen de erudito, lo que no puede
es proporcionar sabiduría y alegría de vivir.
Y así se entiende que late en el mundo moderno una tendencia intelectual al suicidio del pensamiento (sic). Chesterton muestra ejemplos de actitudes, autores y corrientes. Sus lectores podrán seguirlo con disfrute y aprovechamiento. Yo voy a subrayar sólo un par de aspectos que me parecen capitales.
En
primer lugar, el enfoque moderno es fragmentario. Y eso es contrario a la
realidad y a la verdad. Por eso, ese enfoque impide nuestra comprensión de la
realidad. La realidad no es caos, es cosmos, es sistema, es orgánica; las cosas
están armónicamente conectadas en la realidad; y pensar es, por otra parte,
aprender a conectar lo que en la realidad está conectado.
Por eso, cuando el pensamiento no capta las conexiones, pierde de vista la realidad. Un ejemplo célebre de Chesterton: el mundo moderno está lleno de virtudes cristianas, pero virtudes que se han vuelto locas; es más, esas virtudes son más salvajes y más letales que los vicios:
«The modern world is full of the old Christian virtues gone mad. The virtues have gone mad because they have been isolated from each other and are wandering alone».
En el texto de Chesterton encontrará el
lector varios ejemplos ilustrativos, entre los que destaca la «dislocación de
la humildad».
Cuando
se produce la quiebra de la razón o, lo que es lo mismo, se pone de manifiesto
la incapacidad de la razón para entender el mundo y el hombre, la vida y su
sentido, otra instancia humana toma el relevo. Toma el relevo porque hay un
impulso irrefrenablemente humano en ese sentido. Si con la razón no podemos
(porque nos hemos desorientado, porque hemos perdido el camino), ocurre que lo
intentaremos desde la voluntad.
Los
modernos «ven que la razón destruye; pero la Voluntad, dicen, crea. La
autoridad suprema, dicen, está en la voluntad, no en la razón […] La principal
defensa de estos pensadores es que no son pensadores, son hacedores: The main defence of these thinkers is that
they are not thinkers; they are makers».
Razón y
voluntad son facultades humanas, tienen su ámbito de aplicación; en ese dominio
aportan, pero cuando pretenden (y eso ha ocurrido en la modernidad) ser la
única fuente de validez, se aíslan, “se vuelven locas” e imposibilitan la
consecución de la aspiración humana. Chesterton lo sintetiza con la expresión «tener
el corazón en su sitio» (his heart in the right place): hay un
lugar, un ámbito, correcto entre otras cosas, porque las cosas (la razón, la
voluntad, el cosmos y el hombre) no son realidades aisladas sino que existen en
un contexto que las hace entrar en relación con realidades más amplias, que las
dotan de sentido (y eso puede llamarse tarea o función, que por nombres no va a
quedar). La razón y la voluntad tienen su lugar, su función, y eso «implica la idea de proporción
normal; no sólo existe una determinada función, sino que está correctamente
relacionada con otras funciones; It involves the idea of normal proportion; not only does a certain function exist, but it
is rightly related to other
functions».
Lo normal, lo sano, es la integración, la visión que unifica, integra, los distintos ámbitos y los hace entrar en relación armónica. Esa visión maravillosa del mundo y de la vida es a la que aspiramos. Es lo normal y la opción correcta u orto-doxa.
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