jueves, 1 de agosto de 2024

El suicidio del pensamiento (A propósito de Chesterton, Ortodoxia, 3)

 



El suicidio del pensamiento

A propósito de 

Chesterton, Ortodoxia, 3

 

 

Manuel Ballester

 

 

La tesis que Chesterton va construyendo capítulo a capítulo en Ortodoxia es que hay una realidad, un mundo, que es maravillosa, que contiene lo que es más que suficiente para que los hombres vivamos dichosamente. Porque el cosmos ha sido puesto para disfrute del hombre (y no al revés, como afirma la reciente ecolatría en sus diversas formas y nombres).

El hombre, nosotros, ha sido creado para disfrutar. Anhelamos lo que los griegos llaman eudaimonía, es decir, vida plena, vida a lo grande o vida buena (a condición de no confundir la buena vida con la vida buena, claro).

Y esto no es una opinión entre otras igualmente válidas o vaya usted a saber porque si vale todo, nada vale. Y nadie plantea sensatamente una tesis diciendo que a lo mejor no es verdad y que quizá la opuesta valga tanto como lo que él sostiene. No: cuando una persona lúcida, sensata, afirma algo es porque piensa que eso es así, realmente así, verdaderamente así.

Cuando las cosas se tuercen en la vida de las personas y de los pueblos, cuando nos desorientamos, hay que hacer un alto en el camino e intentar recuperar la senda correcta. Eso hace Chesterton. En el capítulo segundo señaló una primera dificultad: el error de confiar en sí mismo. Nadie se salva a sí mismo; por varios motivos, que quedaron allí aludidos.

Y continúa en esa línea de recuperar la senda correcta, de la opción sensata (la filosofía de la sanity), mostrando las vías que desorientan. En el capítulo tercero lleva a cabo una «revisión aproximada del pensamiento reciente», para mostrar sus deficiencias y, sobre todo, para elaborar una filosofía de la vida que dé razón de nuestro natural deseo de plenitud.

El pensamiento moderno se afirma crítico, se reconoce en la duda como principio. ¿Significa esto que hay que negar el título de pensadores a quienes no han iniciado su pensamiento por la duda (Platón o Aristóteles por sólo mencionar un par)? ¿Significa esto que, puesto que siempre hay que empezar dudando de todo y todos, nunca podremos avanzar sobre lo que nuestros predecesores han logrado? La crítica incontrolada puede dar al hombre imagen de erudito, lo que no puede es proporcionar sabiduría y alegría de vivir.

Y así se entiende que late en el mundo moderno una tendencia intelectual al suicidio del pensamiento (sic). Chesterton muestra ejemplos de actitudes, autores y corrientes. Sus lectores podrán seguirlo con disfrute y aprovechamiento. Yo voy a subrayar sólo un par de aspectos que me parecen capitales.

En primer lugar, el enfoque moderno es fragmentario. Y eso es contrario a la realidad y a la verdad. Por eso, ese enfoque impide nuestra comprensión de la realidad. La realidad no es caos, es cosmos, es sistema, es orgánica; las cosas están armónicamente conectadas en la realidad; y pensar es, por otra parte, aprender a conectar lo que en la realidad está conectado.

Por eso, cuando el pensamiento no capta las conexiones, pierde de vista la realidad. Un ejemplo célebre de Chesterton: el mundo moderno está lleno de virtudes cristianas, pero virtudes que se han vuelto locas; es más, esas virtudes son más salvajes y más letales que los vicios:

«The modern world is full of the old Christian virtues gone mad. The virtues have gone mad because they have been isolated from each other and are wandering alone».

En el texto de Chesterton encontrará el lector varios ejemplos ilustrativos, entre los que destaca la «dislocación de la humildad».

Cuando se produce la quiebra de la razón o, lo que es lo mismo, se pone de manifiesto la incapacidad de la razón para entender el mundo y el hombre, la vida y su sentido, otra instancia humana toma el relevo. Toma el relevo porque hay un impulso irrefrenablemente humano en ese sentido. Si con la razón no podemos (porque nos hemos desorientado, porque hemos perdido el camino), ocurre que lo intentaremos desde la voluntad.

Los modernos «ven que la razón destruye; pero la Voluntad, dicen, crea. La autoridad suprema, dicen, está en la voluntad, no en la razón […] La principal defensa de estos pensadores es que no son pensadores, son hacedores: The main defence of these thinkers is that they are not thinkers; they are makers».

Razón y voluntad son facultades humanas, tienen su ámbito de aplicación; en ese dominio aportan, pero cuando pretenden (y eso ha ocurrido en la modernidad) ser la única fuente de validez, se aíslan, “se vuelven locas” e imposibilitan la consecución de la aspiración humana. Chesterton lo sintetiza con la expresión «tener el corazón en su sitio» (his heart in the right place): hay un lugar, un ámbito, correcto entre otras cosas, porque las cosas (la razón, la voluntad, el cosmos y el hombre) no son realidades aisladas sino que existen en un contexto que las hace entrar en relación con realidades más amplias, que las dotan de sentido (y eso puede llamarse tarea o función, que por nombres no va a quedar). La razón y la voluntad tienen su lugar, su función, y eso «implica la idea de proporción normal; no sólo existe una determinada función, sino que está correctamente relacionada con otras funciones; It involves the idea of normal proportion; not only does a certain function exist, but it is rightly related to other functions».

Lo normal, lo sano, es la integración, la visión que unifica, integra, los distintos ámbitos y los hace entrar en relación armónica. Esa visión maravillosa del mundo y de la vida es a la que aspiramos. Es lo normal y la opción correcta u orto-doxa.



Publicado en Letras de Parnaso, Año XII (II Etapa), agosto 2024, nº 87, pp. 24-25


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