Cuando nos movemos en un mundo de costumbres, rutinas y
estímulos conocidos, sabemos ya qué nos cabe esperar, sea bueno o malo. En ese mundo,
aunque no nos vaya del todo bien, nos sentimos protegidos: conocemos las
reglas, sabemos cómo actuar, cómo movernos, cómo responder.
No necesitamos correr el riesgo de inventar nuevas respuestas
ni de intentar enfoques diferentes, porque la creatividad, aunque emocionante,
no garantiza el éxito.
Por eso, enfrentarnos a algo extraño o ajeno a ese mundo nuestro nos sacude, zarandea nuestra cómoda existencia. Canetti, en Masa y poder, a esa sacudida la llama miedo. O algo de esto le entiendo cuando dice:
“Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido;
Nichts fürchtet der Mensch mehr, als berührt zu werden von etwas, das ihm unbekannt ist",
Canetti, E., Masse und Macht.
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