Pinocho y la actitud ante lo maravilloso
Todos
conocemos gente que se queda fascinada, entusiasmada, con asuntos que a los
demás no les llama mucho la atención. Vemos gente entusiasmada por las
mariposas, los escarabajos, las piedras, el aire, las nubes, la cultura
precolombina, mil historias.
Hay algo en
esas cosas que las hace maravillosas. Hay algo en esas cosas que hace que esta
gente vibre con ellas. Realmente encontrar esas cosas que nos hacen vibrar y
quedarnos ahí y dedicar nuestra vida a eso tiene que ver con la felicidad.
Voy a usar
como telón de fondo esta idea para hablar de Pinocho. Concretamente de una
parte de Pinocho que suele quedar en la sombra. Pinocho cuenta con muchas
versiones y, sin embargo, este punto que yo pienso que es fundamental, que es
muy importante, muchas veces no aparece. Voy a explicar por qué no.
Vamos a hablar
de las aventuras de pinocho. Hemos dicho que en la realidad hay aspectos
maravillosos que hay gente que conecta con ellos, pero para conectar con esos
aspectos maravillosos es necesario por una parte que haya gente que vibre con
eso, que lo vea, que se fije, que lo admire y por otra parte que la realidad
tenga este componente maravilloso. ¿Cómo conectamos con lo maravilloso de la
realidad? La literatura nos muestra mil portales, mil puertas de comunicación:
espejos, el andén 9 ¾ de Harry Potter, el armario hacia Narnia, las palabras
que abren la cueva de Alibabá, etcétera.
Había una vez
Hay uno que es
una puerta universal, una puerta que hemos transitado todos. Así empieza
Pinocho, con esas palabras que nos abren al mundo maravilloso. Dice:
“Había una
vez…”
Ese es el
punto de entrada de tantas maravillas, ese es el punto de entrada a muchos
mundos maravillosos, a muchos aspectos maravillosos del mundo.
Y continúa:
“Había una
vez…
-
¡Un rey!,
dirán enseguida mis pequeños lectores.”
¿Por qué un
rey? Porque “había una vez un rey” es la puerta de entrada a un mundo
maravilloso lleno de palacios, princesas, magos, dragones, etcétera, cosas
maravillosas. Todos hemos estado ahí, todos conocemos eso y todos nos damos
cuenta de que es como volver al hogar, ese es un mundo que está hecho para
nosotros y nos estaba esperando. Sin embargo, y precisamente por lo que he
dicho, ese mundo mágico de castillos que se abre mediante las palabras “había
una vez un rey” y que estaban esperando los lectores de Collodi, nos lleva a un
mundo ya conocido, ya transitado, con una cierta rutina.
Por eso, Collodi
introduce una ruptura, un cambio, algo novedoso, algo que permite el asombro. Dice
así:
“Había una
vez…
-
¡Un rey!,
dirán enseguida mis pequeños lectores.
No, muchachos,
os habéis equivocado. Había una vez un trozo de madera.”
Un pezzo di legno, un pedazo
de madera. En ese mundo de
fantasía, en el que hemos entrado muchas veces, hay objetos mágicos (una
alfombra que vuela, una lámpara que esconde un genio, un espejo, unos zapatos
maravillosos, unas botas de siete leguas…). Ese trozo de madera del que habla
Collodi ¿Será también un trozo de madera maravilloso?, Sigamos leyendo:
“No era una
madera de lujo, sino un simple pedazo de leña de esos que en invierno se meten
en las estufas y chimeneas para encender el fuego y caldear las habitaciones.”
Ni siquiera es
una madera de lujo, de buena calidad. No, es un trozo de madera vulgar de los
que hay a montones.
¿Qué está
queriendo decir Collodi, a dónde nos está llevando? Nos está llevando, quizá a
lo que hemos dicho al principio, a que veamos la maravilla que hay en todo,
incluso en lo más trivial, lo más elemental, un pedazo de madera que hay ahí tirado.
Ese trozo de madera tiene mucho de maravilloso. Continuamos con el texto de
Collodi:
“No sé cómo
ocurrió, pero el caso es que un buen día, ese trozo de madera llegó al taller
de un viejo carpintero”.
Aquí todos
esperamos a Geppetlo, porque ya conocemos la historia, pero no es eso lo que
dice Collodi:
“Llegó al
taller de un viejo carpintero cuyo nombre era Maese Antonio, aunque todos lo
llamaban Maese Cereza, a causa de la punta de su nariz, que estaba siempre
brillante y violeta como una cereza madura”.
La ceguera ante lo
maravilloso
Es muy normal
que a un taller de carpintería llegue un trozo de madera. Maese Cereza es el
protagonista del primer capítulo. Maese Cereza se encuentra el trozo de madera
y con su habilidad técnica de carpintero enseguida ve posibilidades reales de
ese trozo de madera.
Todos vemos la
posibilidad más básica: que sirva para un buen fuego; él ve una posibilidad
más, porque es un técnico y ve la posibilidad de convertir ese trozo de madera
en pata de una mesita. Para realizar esa posibilidad, se pone a trabajar. A lo
largo del capítulo se describe el mundo de Maese Cereza, que es su carpintería.
Él es un hombre trabajador, es un hombre serio, es también un hombre pobre,
porque el trabajo que realiza le permite mantenerse bien, dignamente, pero nada
más. Y nada menos.
Hasta aquí
todo es normal. Pero ocurre que cuando Maese Cereza decide empezar a trabajar
la madera, va a golpearla, se oye una vocecita que dice:
“- No me
golpees tan fuerte.”
¡Pobre Maese
Cereza!, ¡Qué susto!
Oye una voz… pero ¡si él está solo! Busca por todas partes,
tratando de encontrar a alguien escondido, alguien que le esté gastando una
broma. Pero no encuentra a nadie. Entonces, Maese Cereza toma una decisión (y
hay que subrayar que es una decisión): decide que esa voz se la ha imaginado
él. Sin embargo, la realidad es otra. Está ante un trozo de madera que, además
de las posibilidades que él ha visto (arder en el fuego o ser la pata de una
mesa), tiene aún más posibilidades. No es solo una simple madera; es una madera
que habla. Pero Maese Cereza se niega a ver más allá.
Maese Cereza
es el prototipo de persona que se llama a sí mismo realista. Y se llama
realista porque ve la realidad, ve cualidades reales, posibilidades reales de
la madera. Ahora bien, el autodenominado realista lo que hace es decir que las
posibilidades reales que él ve son las únicas que existen, que el trozo de
madera puede arder o ser pata de mesa… y nada más: no hay más posibilidades.
Esa decisión de clausura choca con la realidad (que es más amplia) y, por eso,
cuando surge una nueva posibilidad la niega.
Esto no es ser
realista estrictamente, el realista es la persona que ve todas las
posibilidades. Más adelante vamos a ver cómo esa madera tiene la posibilidad de
alimentar un fuego, tiene la posibilidad de ser la pata de una mesa y tiene la
posibilidad de convertirse en una marioneta o en un muñeco, pero Maese Cereza
con su técnica, con su trabajo, se niega a ver más posibilidades, estrictamente
no es un realista aunque este tipo de gente se llamen a sí mismos realistas. Estrictamente
se trata de una persona vulgar porque la vulgaridad es exactamente eso: estar
en presencia de lo maravilloso, de un trozo de madera que habla, y no verlo, no
admirarlo, no abrirse a esas nuevas posibilidades y por tanto ser incapaz de
seguir el juego. Las aventuras de Pinocho empiezan aquí, pero pronto Maese
Antonio desaparece.
Geppetto y la apertura a lo
maravilloso
Pronto suena
la puerta y llega ahora sí, Geppetto, un carpintero, exactamente igual que
Maese Cereza pero con una diferencia: está ilusionado, tiene una idea, dice:
“He pensado en
fabricarme un bonito muñeco de madera, pero un muñeco maravilloso que sepa
bailar, tirar de florete y dar saltos mortales, pienso correr el mundo con ese
muñeco, ganándome un pedazo de pan y un vaso de vino, ¿qué le parece, Maese
Antonio?”.
Maese Geppetto
es pobre, es carpintero igual que el otro, pero está lleno de ilusión, está
preparado para ver lo maravilloso y precisamente ese tipo de gente que está
preparada para ver lo maravilloso, que tiene la mente abierta, que tiene el
corazón abierto, que tiene los ojos abiertos, encuentra lo que necesita para
poner en juego, para poner en funcionamiento esa aventura que es la vida.
Obviamente el
pedazo de madera le estaba destinado a Maese Antonio, pero al ser una persona
vulgar, ve la oportunidad, no como una oportunidad, sino como un obstáculo y le
tiene miedo, tiene miedo a la aventura, a la empresa y por tanto se queda fuera
del juego.
Maese Antonio,
la gente como Maese Antonio, es perfectamente prescindible, por eso muchas
versiones que se han hecho de Pinocho ni siquiera lo mencionan. Por eso la vida
a este tipo de gente no los tiene en cuenta, porque no es que no haya
oportunidades, es que se niegan a verlas, se niegan a abrir su mente.
Si prefieres oírlo, visita este vídeo en mi canal de youtube Tinta y Caos:
https://youtu.be/l7qcnObIxJw