Kafka y el juicio sin ley: cuando la culpa no necesita delito
“Alguien debió de
haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, lo arrestaron
una mañana”.
Con esta frase comienza El proceso, de Franz Kafka. Y con ella también comienza una de las parábolas más inquietantes de la literatura moderna. No sólo por la historia que narra, sino porque lo que describe parece cada vez más real.
Josef K. no sabe de
qué se le acusa, no comprende las reglas del proceso judicial al que está sometido,
y sin embargo todo el mundo actúa como si su culpabilidad fuera evidente. ¿Le
suena a alguien?
La puerta cerrada: Kafka y la ley inaccesible
En uno de los
capítulos más conocidos de la novela, un sacerdote le cuenta a Josef K. una
parábola: un hombre pasa su vida esperando ante una puerta que le daría acceso
a la ley. Esa puerta está custodiada por un guardián que no le permite entrar.
Sólo al final de su vida descubre que esa puerta estaba destinada
exclusivamente para él… pero ya es tarde.
Kafka retrata así la
situación del hombre moderno: siempre fuera de la puerta, siempre al borde de
la ley, pero sin poder acceder a ella. No sabemos si somos inocentes o
culpables, simplemente porque desconocemos la ley. Y lo que es peor: la
ley misma es inabarcable.
La ratonera de la ley perfecta (pero fallida)
El
proceso es una crítica demoledora a la ilusión de perfección legal.
La ley se presenta como un sistema absoluto, neutral,
universal: todo está regulado,
todo se juzga con imparcialidad, todo sigue su curso. Se invoca su pureza, su
majestad, su carácter incuestionable.
Pero Kafka muestra que esa perfección es sólo apariencia.
Primero, porque si la ley
realmente funcionara como se proclama, nadie
necesitaría un “padrino”. Bastaría con presentar los
documentos, confiar en el procedimiento, dejar que la maquinaria funcione.
Pero Josef K. —como todos— descubre que eso no basta. Busca
abogados, recurre a conocidos, habla con una mujer que tiene contactos, incluso
con un pintor que conoce jueces. No para recibir privilegios, sino para entender qué hacer, cómo
actuar, por dónde empezar.
La ley, aunque
supuestamente clara, necesita intérpretes. Y esa necesidad no
es un accidente: es estructural.
Segundo, porque la corrupción también existe,
no como excepción, sino como síntoma de que la ley está encarnada en personas.
En el primer capítulo, los guardianes que arrestan a Josef
K. se apropian de su desayuno y su chaqueta. Cuando él menciona el hecho más
adelante, esos guardianes son castigados. Pero el castigo no resuelve nada. El
funcionario que lo impone también
es vulnerable, también forma parte del juego y es, también,
corruptible.
La ley, por tanto, ni es perfecta ni está libre de los hombres que la
aplican. Y sin embargo, se sigue comportando como si lo
fuera.
Esa es la ratonera, porque:
·
Creemos en la justicia como
principio impersonal, pero
dependemos de gestos personales.
·
Invocamos
la neutralidad del sistema,
pero sabemos que está lleno de pasillos, excepciones y ambigüedades.
·
Buscamos claridad, pero el sistema legal multiplica la
incertidumbre con su lenguaje, sus procedimientos y su lógica circular.
Kafka nos deja atrapados en
esa contradicción. No porque no haya
salida, sino porque no hay entrada. La ley promete
una puerta, pero nunca se abre. El sistema te juzga, pero nunca te admite del
todo. Estás dentro del proceso… pero
fuera de la ley.
Y al final, comprender
esto no te libera. Te deja lúcido, sí, pero encerrado en la contradicción. En
lugar de justicia, el procedimiento. En lugar de sentido, la espera. Y en lugar
de esperanza, la conciencia amarga de estar siempre en el umbral.
Todos somos parte del tribunal
Kafka va más allá. No
sólo el sistema es sospechoso: nosotros mismos somos parte del tribunal.
Cuando alguien cercano
es acusado, ¿cuál es nuestra reacción? Desconfiamos. Algo habrá hecho.
Y cuando nos toca a
nosotros, también asumimos la culpa con resignación.
La culpa ya no es un
veredicto: es una condición previa.
La acusación basta.
Cuatro interpretaciones de El proceso
La riqueza de la
novela ha dado lugar a múltiples lecturas, todas compatibles entre sí. Kafka no
ofrece una única clave de interpretación. Aquí resumimos cuatro enfoques:
1. Teológico
La ley simboliza lo
divino, inaccesible para el ser humano. Una visión profundamente judía, donde
el acceso a la verdad está custodiado y la salvación es incierta. En la
parábola Ante la ley, la puerta está destinada sólo al personaje, pero
permanece cerrada toda su vida.
En el cristianismo
también se reconoce que la puerta de la
ley está cerrada para todos —judíos, cristianos o paganos— porque todos
somos culpables ante ella. Pero la
diferencia radical es que el cristiano no entra por la puerta de la ley:
entra a la fiesta porque el padre lo ama.
En la parábola del
hijo pródigo, la condena es evidente, pero se disuelve ante una realidad más
profunda: el perdón y el amor incondicional. No importa que no merezcas entrar.
Tu padre te quiere.
2. Biográfico
Kafka proyecta su
difícil relación con su padre en la figura del tribunal. Una autoridad
inapelable, para la cual el hijo nunca es suficiente. A esto se suma su
enfermedad, su sensación de fragilidad, su incapacidad para alcanzar sus
propias expectativas.
3. Existencialista
El proceso como metáfora de la vida absurda: sin sentido,
sin respuestas, sin cierre. Una existencia tramitada por burocracias que nos
roban el tiempo. El eco de esta lectura resuena en obras como El extranjero,
La náusea o Esperando a Godot.
4. Político y social
La novela como
denuncia de la deshumanización burocrática.
El Estado se convierte en una máquina que aplasta, sin rostro, sin diálogo, sin
explicación. Una advertencia sobre los peligros del poder sin límite ni
transparencia.
Conclusión: Kafka sigue aquí
Kafka no escribió una
distopía futurista. Escribió sobre su
presente, que resulta ser también el nuestro.
Cada vez que un
sistema nos trata como expediente, cada vez que somos juzgados sin saber por
qué, cada vez que sentimos que no importa lo que hagamos, seguimos viviendo en El
proceso.
Y seguimos esperando,
como Josef K., ante la puerta de una ley que quizás nunca se abrirá.
Mira el análisis completo en Tinta y Caos, mi canal de youtube:
Disponible también en Spotify:
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