El niño mimado y la barbarie con cara de Barbie
El niño mimado y el mundo roto
El niño mimado cree que todo le es debido.
Desde esa convicción, todo lo que haga carece de verdadera
importancia: si transgrede normas, tiene derecho a hacerlo; si rompe algo,
“papá” lo reparará; si comete errores, alguien pagará por ellos.
Sus actos, en su imaginación, no tienen consecuencias
reales. Vive encerrado en su propio mundo, en sus ideas sobre cómo deberían ser
las cosas; no sabe que la tozuda realidad no se deja gobernar por sus
ensoñaciones. “Los que sueñan viven en un mundo propio; los
que están despiertos, habitan un mundo común”, decía Heráclito. Y el niño mimado no ha despertado… aunque se
llame woke.
No comprende que los
logros de la civilización, tanto materiales (infraestructuras, servicios,
seguridad) como espirituales (estado de derecho, libertad, responsabilidad
cívica) no son eternos ni naturales, sino frágiles frutos de un esfuerzo
cultural que puede deshacerse si se deja de cuidar.
Ortega y Gasset lo
anticipó con claridad en La rebelión de
las masas:
“Mimar es no limitar
los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada
está obligado”. Desde ahí, diagnosticó la psicología del hombre-masa, ese tipo
humano moderno cuyos derechos están garantizados, pero que rehúye toda
responsabilidad, todo deber.
Esta no es una
observación clínica, sino una crítica cultural: Ortega hablaba de un sujeto que
ha crecido convencido de que el mundo está ahí para sostenerle, protegerle,
aplaudirle... incluso si lo insulta o lo destruye.
Y no hablamos aquí de
adolescentes malcriados, sino de adultos públicos (activistas, políticos, influencers, figuras mediáticas) cuya
forma de actuar reproduce esta infantilización profunda de la conciencia.
El conflicto de Gaza
ha sido, como tantos otros momentos, una pantalla donde se proyecta este
fenómeno con nitidez.
El niño mimado que expulsa al padre… y luego lo llama
Un ejemplo
especialmente gráfico lo ofreció Ada Colau, exalcaldesa de Barcelona (España).
Durante su mandato impulsó simbólicamente la expulsión del ejército español de
espacios municipales, vetando su presencia en ferias o actos públicos bajo el
discurso de la desmilitarización y el pacifismo institucional.
Muchos lectores no
españoles deben saber que este tipo de gestos (que en otros países podrían
parecer anecdóticos) en España tienen una fuerte carga ideológica, pues
implican un rechazo explícito del Estado español y sus símbolos.
Pues bien, Ada Colau participó
en la célebre flotilla propalestina que intentaba llegar a Gaza y fue
bloqueada por Israel. En ese momento y en ese contexto, Colau pidió la intervención del ejército español en Gaza,
así como la actuación del gobierno de España, precisamente aquellos a
los que tantas veces había despreciado.
La paradoja es
evidente: quien ha rechazado sistemáticamente al Estado, invoca ahora su amparo
como garante último, como si el poder despreciado tuviera, en cualquier caso,
la obligación moral de acudir rápidamente en socorro de su niña tan rebelde
como mimada.
Esta actitud no es
incoherente por descuido, sino expresión de una lógica profundamente
infantilizada: puedo rechazar al “padre” simbólico (el Estado, la autoridad, la
ley) y, al mismo tiempo, exigirle que actúe como padre amoroso cuando me he
metido en un lío, lo necesito… o, simplemente, se me antoja.
Es el gesto clásico
del niño mimado: destruye lo que le sostiene… convencido de que alguien pagará
los platos rotos. Las instituciones, el derecho, la civilización... son, para
este tipo de sujetos, garantías eternas, no logros frágiles que pueden
desaparecer si se dinamitan.
Entre la emoción y el desprecio
Otro caso, igualmente significativo, lo protagonizó Greta
Thunberg. La activista publicó en redes una imagen de Evyatar David, un joven
israelí secuestrado por Hamas, utilizándola para ilustrar un mensaje en apoyo a
Palestina y a los presos palestinos. Tras ser advertida del paradójico error
—estaba mostrando a una víctima israelí como si fuera una figura palestina—,
Thunberg eliminó la publicación sin ofrecer explicación alguna.
El gesto es elocuente: ¿qué importa la realidad si la imagen
ya ha activado la emoción deseada?
Una vez más, los
hechos se subordinan al relato.
El niño mimado no
necesita verificar: cree que basta con sentir para tener razón.
Para este tipo de
sujetos, el mundo debe amoldarse a sus emociones.
La historia no es una
trama compleja que exige comprensión, sino una secuencia editable al gusto, como
si cada uno pudiera narrar su cuento.
No se trata de Gaza
Este texto no busca
posicionarse sobre el conflicto entre Israel y Palestina.
De hecho, lo que
inquieta no es la complejidad del conflicto, sino la simplicidad con la que
muchos lo abordan.
Gaza es sólo el espejo
donde se refleja una patología más profunda: la desconexión de parte de la
conciencia pública respecto a la realidad.
Vivimos rodeados de
sujetos que desprecian las estructuras que los sostienen (el derecho, la
nación, la historia, la ley) convencidos de que esas estructuras van a
sobrevivirles, hagan lo que hagan.
Creen que pueden
insultar la cultura y luego exigir que esa misma cultura los defienda, que
pueden quemar cajeros y luego reclamar al Estado becas, salud pública o
vivienda.
Creen que pueden
banalizar el mal y confiar en que el bien lo resolverá todo por sí solo.
Como si la
civilización —su orden, su justicia, su lenguaje— fuera un decorado
indestructible. Como si la historia no estuviera llena de momentos en los que
todo eso se perdió… porque muchos pensaron que jamás se perdería.
¿Una nueva forma de barbarie?
Lo advertía Gustavo
Bueno con su idea del pensamiento Alicia: un discurso público que vive
en un cuento de hadas, donde basta con tener buenos deseos para que el mal
desaparezca.
Y lo veía Ortega, cuando
denunciaba el surgimiento de una generación convencida de que no debía nada al
pasado, ni a nadie más que a sí misma.
Pero la realidad no
siempre rescata.
Y cuando todo se rompe,
no siempre hay un “papá Estado” que llegue a tiempo. A veces el adulto no
llega.
Y entonces, lo que nos queda no es la revolución, ni la justicia, ni la liberación, sino la barbarie con cara de Barbie: una sonrisa pintada sobre el vacío, una conciencia infantilizada que cree que destruir es un juego, y que la historia, como el maquillaje, puede borrarse con agua.
Publicado en la Sección "Entusiasmo por la realidad" de la revista Letras de Parnaso, Año XII (II Etapa), nº 95 (Diciembre 2025), ISSN 2387-1601, pp. 42-43:
Enlace Revista (formato PDF para imprimir)
https://www.los4murosdejpellicer.com/EdicionesyPortadasPD/Edicion%2095%C2%A9.pdf

Me gustó el escrito, es profundo, un diagnóstico a la realidad actual, escrito de manera muy bella. Quiero comentar sobre las metáforas utilizadas para introducirnos a la transformación de una crítica política a una crítica cultural y psicológica.
ResponderEliminar1. De las metáforas
• El "Niño Mimado": Es el ciudadano moderno, líderes y activistas que han crecido en la abundancia y la seguridad, representa a alguien que consume los beneficios de la civilización, derechos, tecnología, orden, pero se niega a pagar el "costo" de mantenerlos deberes, respeto a la ley, esfuerzo.
• La "Barbarie con cara de Barbie": Representa la maldad o el caos que se oculta tras una estética agradable, superficial y "perfecta", manifiesta en redes sociales, donde “la imagen entra por los sentidos”. Sugiere que la destrucción del orden social hoy no viene de bárbaros con hachas, sino de discursos llenos de "buenos deseos", sonrisas de plástico y una corrección política que, aunque parece inofensiva o "bonita", es vacía y destructiva.
• El "Papá Estado" / "El Padre Simbólico": Representa a las instituciones, el ejército, la ley y la autoridad esta metáfora describe una relación disfuncional: el individuo "insulta al padre", desprecia las instituciones, para sentirse rebelde, pero corre a pedir su auxilio en cuanto la realidad lo golpea. Conductas propias de la transformación de niño a adolescente
• El "Pensamiento Alicia": Basado en Alicia en el país de las maravillas, representa un discurso público que vive en un mundo de fantasía. Es la idea de que la realidad se puede cambiar simplemente con desearlo o con palabras bonitas, ignorando las leyes de la lógica y la historia.
• El "Decorado Indestructible": La civilización es vista no como un edificio frágil que hay que cuidar, sino como un decorado de teatro que siempre estará ahí, pase lo que pase, permitiendo que el individuo lo golpee sin miedo a que se caiga.
2. Estas metáforas relacionada con la Realidad Actual:
El texto conecta estas metáforas con varios fenómenos contemporáneos:
• La Cultura del Narcisimo Digital: Los influencers y activistas de redes sociales (como el caso mencionado de Greta Thunberg) a menudo priorizan el "relato" y la "emoción" sobre la verdad de los hechos. En la realidad actual, una foto con un filtro o un mensaje emotivo tiene más peso que una verificación de datos.
• El Activismo de "Salón": Refleja a quienes exigen cambios radicales o destruyen propiedad pública (como "quemar cajeros") asumiendo que los servicios del Estado (salud, becas) seguirán funcionando por arte de magia, sin entender que la economía y el orden social dependen de la estabilidad que ellos mismos atacan.
• La Infantilización de la Política: Los políticos actuales suelen ofrecer soluciones mágicas y evitan hablar de sacrificios o responsabilidades. Se comportan como "niños mimados" que buscan el aplauso inmediato (likes/votos) en lugar de la gestión a largo plazo.
• La Fragilidad de la Democracia: El texto advierte que hoy damos por sentadas la libertad y la paz. En la realidad actual, vemos cómo democracias sólidas se debilitan porque los ciudadanos olvidaron que estas estructuras pueden colapsar si se polarizan al extremo o si se ignora el respeto a la ley.
El texto sugiere que vivimos en una "sociedad adolescente". Al igual que un adolescente que cree que sus padres son eternos y obligados a servirle, la sociedad actual desprecia la historia y las instituciones que la protegen, sin darse cuenta de que, si estas caen, no habrá nadie para "reparar los platos rotos".
Muchísimas gracias, Clara Patricia, por este comentario tan generoso y reflexivo.
EliminarMe ha impresionado cómo has recogido el hilo de cada metáfora y lo has tejido con precisión a fenómenos tan actuales como el narcisismo digital, la infantilización de la política o la fragilidad de la democracia.
Has hecho una lectura atenta, profunda y libre de etiquetas fáciles: justo el tipo de respuesta que uno sueña encontrar como autor.
Tus observaciones enriquecen el texto. Lo iluminan desde nuevos ángulos y confirman algo que siempre pienso: que escribir es lanzar una chispa, pero el fuego se enciende en la mente del lector.
De nuevo, gracias por tu tiempo, tu mirada y tus palabras.
Un saludo muy cordial.
El tiempo es el gran maestro que pone a cada uno en su sitio. Con las luces cortas perdemos perspectiva.
EliminarCreo que estamos viviendo un momento muy preocupante de una profunda crisis de los sistemas democráticos en el mundo. Por malos gobiernos, corrupcion etc y el surgimiento de outsider en los cargos de presidentes y primeros ministros. Mimos, Panelistas de TV como en Argentina, sometimientos genuflexos por ejemplo a Trump q quiere hacer una zona de playas y hoteles en Palestina. Disparates, épocas de post verdad, ya phillip Dick escribió hace amos una novela donde los nazis ganan la guerra y USA está dominada por los japoneses. En esta época de post verdad no falta mucho para q se reescriba ( se está haciendo) la historia. En mi país se niega los desaparecidos en dictadura, en otros sitios se acumulan los terraplanistas, las vacunas no sirven etc, estamos ante un mundo q se relata por las redes, donde la inteligencia artificial crea contenidos falsos, entiendo tu punto de renegar de un Estado por demagogia y luego pedir su asistencia. Un país se constituye con un territorio, una lengua y un Estado acotado q cumple las funciones esenciales de seguridad, salud pública, educación etc. está pésimo la muerte y el atentado palestino pero la represalia ha multiplicado los muertos dd manera exponencial el ‘ el enemigo’ . Nataniahu tiene pedido de captura internacional y acusaciones de corrupcion graves en su país. Faltan lideres y debates serios sobre la marcha de la humanidad. O se puede organizar una sociedad sin Estado ni con los infantilismos q señalas. Pero poder entender y explicar el
ResponderEliminarMundo de hoy es de una complejidad enorme. Se instalan historias falsas y se aceptan como válidas. No faltará mucho en q nos nazis hayan sido víctimas. Ya un legislador en mi país dijo ‘ bueno Hitler ganó por el voto popular’. Como siempre un estímulo q pensar Manuel con tus razonamientos. Enhorabuena
Muchas gracias por tu comentario, tan rico en referencias y tan atento a la complejidad del momento que vivimos. Coincido contigo: asistimos a una erosión profunda no solo de los sistemas democráticos, sino también de los marcos simbólicos y lingüísticos que nos permitían comprender la realidad.
EliminarLo que señalas sobre la posverdad y la reescritura del pasado conecta directamente con lo que Orwell llamó neolengua: no se trata solo de mentir, sino de reconfigurar el lenguaje para hacer impensables ciertas verdades. “Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controla el futuro”. No es una cita retórica, sino una advertencia precisa sobre una técnica política que ha sido característica de los regímenes socialistas reales, pero que hoy reaparece bajo formas más amables, emocionales y mediáticas.
En esa misma línea, Hannah Arendt lo analiza con enorme lucidez en Los orígenes del totalitarismo. Allí recuerda que el término nazi significaba todavía nacional socialista, del mismo modo que el comunismo se presentaba como la gran promesa emancipadora. Y subraya algo decisivo: lo que hace posible ese estado de cosas no es solo la ideología, sino el tipo humano que la recibe. El hombre masa, desarraigado, emocionalmente movilizable, incapaz de distinguir entre realidad y relato. Dicho en los términos del artículo: el niño mimado, convencido de que basta con sentir intensamente para tener razón.
Por eso el problema no es solo Gaza, ni Trump, ni Argentina, ni la IA, ni siquiera la mentira aislada, sino una infantilización general de la conciencia pública, que desprecia las estructuras que la sostienen y, al mismo tiempo, exige que esas mismas estructuras actúen como red de seguridad cuando todo se desmorona.
Coincido contigo en que faltan líderes, debates serios y pensamiento adulto. Y también en que entender el mundo hoy es extraordinariamente complejo. Pero quizá el primer paso sea recuperar algo muy elemental y muy difícil: la voluntad de verdad, la responsabilidad por las palabras y el reconocimiento de que la civilización no es un decorado eterno.
Gracias por leer con atención y por aportar una reflexión tan estimulante. Conversaciones así —cada vez más raras— siguen siendo un lugar donde todavía se puede pensar.