Las sendas en la montaña son el recuerdo de los hombres que han pasado por allí. Y todo camino trazado invita a seguirlo. Es más cómodo, obviamente. Pero todo camino lleva a donde fueron otros hombres; por eso, hay que pensar primero dónde queremos ir. Y después echarse a andar, por la senda trazada o por otros derroteros; por tierra o, como Ulises, por el mar, que no guarda memoria de los pasos de los hombres.
Algo de
esto le entiendo a Emil Sinclair cuando dice que su biografía
«sabe a
sinsentido y a confusión, a locura y a sueños, como la vida de todos los hombres
que ya no quieren seguir engañándose a sí mismos
sie schmeckt nach
Unsinn und Verwirrung, nach Wahnsinn und Traum wie das Leben aller Menschen,
die sich nicht mehr belügen wollen»,
Hesse,
H., Demian, historia de la juventud de
Emil Sinclair, 10
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