Romanticismo o las
canas de Penélope
Manuel Ballester
Cada
época tiene su sensibilidad que se plasma en un conjunto de ideas sobre el
mundo y la vida. Y esa sensibilidad es, para los hombres de esa época, tan
natural como el aire que respiran. Son ideas y creencias en las que se está o,
como diría Ortega, que más que tenerlas, “nos tienen”. No son necesariamente
falsas; no son necesariamente verdaderas. Descubrirlas, cuestionarlas y
ponderarlas es la arriesgada tarea que los intelectuales de cada época pueden
asumir.
Es un riesgo porque la mayoría de la gente se siente agredida y violentada cuando alguien señala que alguna de estas ideas podría ser incompleta, deficiente o cualquier otro matiz de este tipo. A modo de ejemplo, piénsese en la época en que todos usaban peluca blanca para simular las canas de la vejez. Ahí la idea en la que todos creen es que la vejez es la mejor edad del hombre y, precisamente por eso, los jóvenes disimularon su edad y nadie osó defender entonces los valores juveniles. Los ejemplos, en fin, podrían multiplicarse.