Cada época siente la vida de un modo peculiar.
También
nuestro tiempo tiene sus luces y sombras; nos impulsa a pensar y sentir ciertos
aspectos y descuidar otros. Y eso tiene un coste, claro.
Algo de
eso le entiendo a Houellebecq:
«Los
problemas de valores de la vida
humana, de los que nunca se hablaba abiertamente, siguieron dando vueltas en
todas las cabezas; se puede afirmar sin la menor duda que en parte
contribuyeron, en el curso de las últimas décadas de la civilización
occidental, al establecimiento de un clima general depresivo e incluso
masoquista»
Houellebecq,
Las partículas elementales, I, 12.
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