Cuesta tomar decisiones drásticas sea para cortar con situaciones odiosas, sea para obligarse a ser coherente con la propia grandeza. Sea para huir o para mantenerse.
Pero,
aunque teóricamente es más fácil, ocurre que cuesta aún más caminar por la vida
a la luz de la grandeza, dando la espalda a lo que nos desorienta.
Platón
decía que la perfección no era de este mundo. Y algo de eso le entiendo a Hesse
cuando dice:
«Solía
pensar mucho en por qué era tan extremadamente raro que una persona fuera capaz
de vivir por un ideal. Ahora me doy cuenta de que muchas personas, de hecho
todas, son capaces de morir por un ideal;
Früher hatte ich viel
darüber nachgedacht, warum so äußerst selten ein Mensch für ein Ideal zu leben
vermöge. Jetzt sah ich, daß viele, ja alle Menschen fähig sind, für ein Ideal
zu sterben»,
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