martes, 5 de febrero de 2013

4.3. Una gran verdad



Jaime Ballester (2013)

«- No me iré de aquí, respondió el grillo, sin antes haberte dicho una gran verdad.
-          Dímela y termina de una vez.
- ¡Ay de los niños que se rebelan contra sus padres y abandonan caprichosamente la casa paterna! No conseguirán nada bueno en este mundo y, tarde o temprano, tendrán que arrepentirse amargamente».

Esta es la gran verdad que tiene que decir el grillo. Es lo primero que oye Pinocho tras comenzar a andar por el mundo, tras su primera trastada. Se anuncia como una gran verdad sobre la vida. Es importante darse cuenta de que no es una ñoñería ni moralina sensiblera. Es una verdad esencial sobre la vida, aunque puede entenderse torpemente.


De Aristóteles nos llega la concepción de la vida como “un proceso hacia sí mismo”. Esta caracterización es válida para todos los seres vivos (desde el vegetal hasta el hombre), pero vamos a fijarnos en el ser humano. El bebé no es capaz de andar, ni de hablar, ni de razonar. El bebé está vivo, es un hombre, pero no en plenitud. Y su vida consiste en un proceso mediante el cual se irá haciendo capaz de caminar, hablar inteligentemente y construir creativamente su mundo. Porque el hombre en plenitud es un ser inteligente y libre. La vida humana consiste en un proceso mediante el cual nos comprendemos, entendemos el mundo y actuamos libremente sobre él y sobre nosotros, para mejorarlo y para mejorarnos.

A ese proceso, a esa vida, se puede renunciar; puede ocurrir también que fracasemos: una existencia concreta puede ser un fiasco (en caso contrario, la libertad no sería real). Y ocurre que hay modos estúpidos de enfocar la vida y maneras que la acercan a la plenitud. Hay, en definitiva, bien y hay mal, que es el ámbito de acción de la conciencia. Y la ética que no es moralina va por ahí.

Desde esa perspectiva ha de entenderse esa gran verdad. El grillo indica tres aspectos que están íntimamente trabados:

Está claro, en primer término, que todos hemos de abandonar la casa paterna. La casa es, ya lo vimos, el lugar al que se vuelve. Pero se vuelve porque antes nos hemos ido. Hay que abandonar la casa, el origen, el principio, para andar por el mundo, para bregar y ganar nuestra vida. Pero cuando estemos preparados para ello: en la casa paterna, en el hogar, hemos de formarnos, preparar nuestra marcha del hogar. El grillo no recrimina, pues, el simple y lógico abandono del proceso de formación cuando ya se ha alcanzado el nivel adecuado (se abandona el colegio cuando se ha adquirido la formación que allí se imparte). Hay que abandonar cada etapa de la vida cuando se ha cubierto bien, satisfactoriamente.

Por el contrario, “los niños que se rebelan contra sus padres”, es decir, quienes rechazan el trabajo formativo, las exigencias madurativas propias de la casa paterna (y, en general, de cada etapa de la vida), optan por “abandonar caprichosamente la casa paterna”, es decir, pretenden guiar su vida ignorando que el esfuerzo nos hace fuertes, que sólo la superación de dificultades nos hace crecer y gozar de nuestros éxitos.

A esos, en segundo término, el mundo no les depara nada bueno: non avranno mai bene in questo mondo. El mundo tiene una consistencia propia, igual que nuestra vida y la de los demás hombres. No es que el mundo sea malo, es que ese tipo de gente no encuentra el bien que de hecho hay en el mundo. Y por eso la vida les parece amarga; tienen la sensación de que todo y todos conspiran contra ellos porque el mundo y la gente no se adaptan a sus deseos. El desenfoque de estas vidas lo expresa Saint-Exupéry cuando indica que, para el placer del ajedrez, hay que formar al jugador: sólo quien conoce y domina las reglas podrá gozar de la belleza y del triunfo en una partida. Lo mismo ocurre con el mundo y la vida en general: sólo si hemos madurado en un determinado ámbito, podremos gozar de él y estaremos preparados lógicamente para abandonar esa etapa y pasar a la siguiente. Nueva etapa o, lo que es lo mismo, nuevos horizontes a nuestra ilusión y, por tanto, a nuestro disfrute del mundo.

Pero quienes no respetan los ritmos de crecimiento y “abandonan caprichosamente la casa del padre” tendrán, en tercer lugar, que arrepentirse amargamente antes o después al caer en la cuenta de que su caminar por el mundo ha consistido en perder las mejores posibilidades, las que lo habrían hecho mejor persona, capaz de hallar, realizar y disfrutar del bien o, lo que es lo mismo, cuando descubren que no están viviendo la (mejor) vida para la que están capacitados.

En definitiva, la gran verdad que el grillo transmite es que cada momento de la vida pone ante nosotros una tarea. Todas las etapas son importantes, ofrecen un reto y una fuerza específicos que impulsan a superarse, una ilusión y una esperanza que nos capacitan para vivir gozando de la alegría que hemos logrado con nuestro esfuerzo. Y no se puede abandonar una etapa de la vida nada más que cuando se está preparado para ello

Quien se enfrenta con ilusión y coraje a lo que la vida le ofrece en cada momento, irá creciendo vitalmente, irá logrando su mejor posibilidad y andará por la vida lleno de contento. Quien, por el contrario, eluda su responsabilidad, fracasará.

Lo que Pinocho acaba de oír es una enseñanza esencial para la vida. Por eso, a esta idea hemos de volver repetidamente.

¿Aceptará Pinocho esta enseñanza esencial para la vida? ¿Querrá asumir la tarea formativa específica del comienzo de la vida?

Las preguntas presuponen que Pinocho, como todos nosotros, es libre y puede acoger o rechazar esta verdad. Podemos construir o destruir nuestra vida.

¿Qué hará Pinocho? ¿Qué aprenderemos con ello? Seguro que la próxima entrada ofrece respuesta a estas cuestiones.

3 comentarios:

  1. No sé qué hará Pinocho. De lo que sí estoy segura es de que los jóvenes de hoy deberían leer la "interpretación" que aquí das de la "gran verdad del Grillo".
    Pero ahí está la gran incognita.
    Ser libres supone eso: aceptar o rechazar la responsabilidad.
    Espero la nueva "entrega".
    Gracias y un abzo.
    Carmen

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  2. Una curiosidad.
    Los dibujos son de tu hijo ?
    Me gustan.

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  3. Los dibujos son del segundo de mis hijos. Es una joven promesa. Es el mayor de los que aparecen en mi Facebook haciendo "senyorets".
    Le diré que gusta su trabajo.

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