martes, 5 de noviembre de 2013

18. Acchiappa-citrulli, la ciudad de Atrapa-bobos



Jaime Ballester (2013)

Al mentir al Hada, Pinocho deforma su auténtico ser. El cuerpo se niega a ser solidario con el engaño. Su rostro se desfigura con una enorme nariz que no para de crecer y le impide escabullirse.

Pinocho llora de vergüenza y angustia. Y el Hada lo deja así mucho tiempo, permite que se acerque a la desesperación, «para darle una severa lección y para corregirle el feo vicio de decir mentiras, el vicio más feo que puede tener un niño». En el capítulo 8 vimos una situación parecida y una actitud similar por parte de Geppetto. Hay quienes intentan aprovecharse de Pinocho, robarle e incluso matarlo, pero sólo el Hada y Geppetto lo conducen al horror de la desesperación. Ante ellos y sólo ante ellos, Pinocho experimenta la posibilidad de una pérdida total.

Pinocho, símbolo de lo humano, necesita ser encontrado, acogido, reconocido, valorado. Una vez acogido y restaurado, enseguida vuelve a perderse. La acogida, aceptación y valoración que se nos dispensa es esencial, es necesaria. Pero no es suficiente. Falta algo que Pinocho habrá de descubrir más adelante. Por eso se pierde una y otra vez, porque hay una carencia importante.

El Hada opera la transformación, no directamente, sino a través de unos pájaros carpinteros. Nuevamente Pinocho es restituido, recupera la capacidad de dirigir su vida. En esa situación, que es el contacto y la valoración del bien propio, echa de menos lo que constituyen su origen y fundamento de su vida: su padre.

Para reencontrarse con el padre, a Pinocho le basta quedarse junto al Hada. Pero el afán de adelantar los acontecimientos, la impaciencia, el olvidar que hay un tiempo para cada cosa le lleva a precipitarse.

Vuelve a transitar por los mismo caminos. Al pasar ante la Encina grande, donde los asesinos esperaban verlo muerto, Pinocho se encuentra a sus viejos conocidos, la Zorra y el Gato. Les cuenta la historia. Los asesinos no lograron hacerse con las monedas de oro, la dulzura del Hada no fue capaz de obtener la verdad de Pinocho. Sin embargo, ante la astucia de los maleantes Pinocho revela fácilmente dónde están las monedas. En definitiva, ocurre que la Zorra y el Gato no pueden robar sino a quien está preparado para ser robado.

Pinocho recorre los viejos senderos, se expone a los mismos peligros, resiste un poco más recordando al Hada, a Geppetto y los consejos del Grillo-parlante, pero vuelve a tropezar en la misma piedra, de modo que «acabó por hacer lo que todos los niños que no tienen ni pizca de juicio ni de corazón; senza un fil di giudizio e senza cuore; es decir acabó por sacudir la cabeza y decir a la Zorra y al Gato:
- Vamos; voy con vosotros; Andiamo pure: io vengo con voi».

La tentación del milagro, de vivir en la abundancia sin trabajar, le puede. Por el bien de su padre, pero le puede una vez más. Y volvemos a oír el animoso vengo con voi, nervioso, urgente, como si fuese la respuesta a una necesidad imperiosa en vez de la irresponsable cesión a un impulso. Se trata, obviamente de un comportamiento que manifiesta falta de sensatez (senza un fil di giudizio), pero Collodi añade también senza cuore. La expresión puede parecer excesiva. Estamos dispuestos a admitir que Pinocho no es muy sensato, carece de juicio y obra estúpidamente tantas veces como nosotros, pero no diríamos que "no tiene corazón" porque es buen chico, aprecia a su padre y a la buena Hada.

Cuando hablamos de Comefuego tratamos de los sentimientos. El "corazón" del que se habla aquí no son los sentimientos, obviamente. El corazón alude más directamente a la bondad. Recordemos que los sentimientos pueden ser buenos o malos, expresan precisamente la reacción de las personas (buenas o malas) ante las circunstancias. Por el contrario, "tener corazón" parece sinónimo de "tener buen corazón" o, con mayor claridad, "ser buena persona".

Pinocho queda caracterizado, por tanto, como insensato y mala persona. Y esto sólo nos chocará si consideramos que ser mala persona significa ser malvado. No es el caso. Pinocho es un bobo: tiene buenos sentimientos, es cierto. Pero le falta juicio para distinguir quién es amistoso y quién enemigo (no comprende quiénes son la Zorra y el Gato) y le falta coraje, fuerza de voluntad, "corazón", para hacer lo que sabe que es correcto.

Y la Zorra y el Gato lo saben. Saben que es un bobo, un ingenuo y, por tanto, está preparado para ser desplumado. Y lo tratan como tal.

Con la seducción del milagro, lo conducen a Acchiappa-citrulli, la ciudad de Atrapa-bobos cuyo nombre y realidad debiera bastar para hacer retroceder a cualquier persona sensata. Pinocho ve pero no entiende. Ve «las calles llenas de perros pelados que bostezaban de hambre, de ovejas esquiladas que temblaban de frío, de gallinas sin cresta y sin barbas que pedían la limosna de un grano de maíz, de grandes mariposas que no podían volar porque habían vendido sus bellísimas alas coloreadas, de pavos reales sin cola que se avergonzaban de dejarse ver, de faisanes que caminaban a pequeños pasos, echando de menos sus brillantes plumas de oro y plata, perdidas para siempre».

La ciudad exhibe una colección de seres desprovistos de sus riquezas características, desposeídos de sus dones peculiares. Perdido para siempre lo que les identificaba, ya no son buenos perros, ovejas, gallinas… igual que Pinocho no es buena persona. Son ahora pobres vergonzantes, seres miserables porque no han sabido cuidar sus riquezas y sacarle el partido adecuado a lo que tenían. Unos bobos, en definitiva. Unos bobos atrapados por su estupidez.

Pero no todo es miseria en Atrapa-bobos. Ante la mirada de Pinocho desfila también alguna «carroza señorial, llevando en su interior una zorra, una urraca o algún ave de rapiña». Junto a los desposeídos, junto a los bobos, están también los desposeedores, los "listillos" que se aprovechan de las estupidez ajena para robar y enriquecerse. A las urracas, zorras y aves de rapiña aquí les va bien.

Ser buena persona consiste en saber lo que tenemos que hacer y tener el coraje de llevarlo a cabo. Si no se actúa así, se corre el riesgo de perderlo todo. Y no faltará quien abuse de esa ingenuidad. En la vida hay gente boba y gente que se aprovecha de los bobos. Y hay que saberlo. En Atrapabobos sólo hay dos posibilidades: o se es urraca o se es desposeído. Si se entra en ese juego, sólo se puede ser estafador o estafado. En Atrapabobos sólo hay malos y tontos: ambos malas personas, aunque en distinto sentido.

Pero estas no son las únicas posibilidades.

Se puede tener juicio y no dejarse engañar.

Se puede tener corazón y no avasallar a los demás.

Se puede, en definitiva, ser buena persona.

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