Había diluviado, el terreno estaba enlodado hasta el
punto de que «uno se hundía hasta media pierna» y era difícil caminar, pero «el
muñeco no se da por aludido; non se ne
dava per inteso», va raudo, avanza a saltos.
De pronto, se paró en seco porque había visto «una
enorme serpiente, extendida a través en el camino, que tenía la piel verde, los
ojos de fuego y una cola puntiaguda que humeaba como una chimenea».
Aparece una serpiente. Es un símbolo telurico, de la tierra,
de la realidad. Es también un símbolo de regreso, de pervivencia de lo
inferior, o de su intento; o, por usar otra terminología, es la serpiente
símbolo de la tentación. Hay en la serpiente o en lo que ella simboliza un
aspecto de maldad o de incitación a no complicarse la vida, a no avanzar por el
camino: ya se ha conseguido bastante. Es, por tanto, no algo malo pero sí la
invitación a hacer algo malo. La serpiente, sin ninguna razón aparente, sin
maldad, por el mero hecho de estar ahí, estorba el camino de Pinocho. Este
simbolismo alude a la realidad de situaciones, personas, ambientes que pueden
ser un obstáculo en el camino de nuestra vida.
Al comienzo le advirtió el Grillo que quienes abandonen
caprichosamente la casa paterna, non avranno mai bene in questo mondo y pudimos ver cómo el posadero (que,
en principio era bueno o, al menos, no era malo) le hace mal. Pero ahora
Pinocho ha cambiado. Por eso, incluso la serpiente que intenta seducirle, que
le anima al inmovilismo, al mal, no le hace daño. Y se trata de eso: a quien es
de una determinada manera, ciertas cosas le hacen daño y otras no. Por eso, lo
que podemos controlar no es el contexto, el ambiente, sino cómo respondemos,
cómo somos.
Hemos visto dificultades (barro) que supera Pinocho por el brío
que lleva, por el empuje. Ahora se enfrenta a una dificultad contra la que, en
principio, no puede nada y le causa pavor. Ha aprendido, es menos inmaduro, más
prudente. Por eso se enfrentará de otro modo.
Pinocho intenta avanzar por el camino a su casa, intenta
acertar por donde le espera la gente que le quiere. Encuentra un obstáculo, la
serpiente. No basta con querer algo bueno, sino que hay que realizarlo, hacerlo
real, producirlo, superar las dificultades, eliminar los obstáculos.
El escollo es poderoso, la serpiente atemoriza a Pinocho.
Por eso, lo primero que hace es evitarla, retroceder y esperar a ver si el
obstáculo desaparece: pudiera ocurrir que la serpiente se fuera sola. No ocurre
así, de modo que el bueno de Pinocho se hace cargo de que, por mucho miedo que
le dé, tendrá que hacer algo; si quiere avanzar, no tiene más remedio que
enfrentarse a la serpiente. Se acerca a intentar quitar el obstáculo por las
buenas, habla extremando la cortesía con la serpiente pero ésta, en vez de
responder, «se quedó inmóvil y casi rígida» hasta el punto de que Pinocho
conjetura, y así lo desea, si la serpiente habrá muerto o, lo que es lo mismo,
si habrá dejado de ser un obstáculo. Cuando intenta sortearla para seguir su
camino, la serpiente se yergue y provoca la caída de Pinocho clavando la cabeza
en el fango y quedando patas arriba. Su fracaso estrepitoso provoca «a la
serpiente una convulsión de risa tan grande que rió, rió, rió y, al fin, del
esfuerzo de tanto reír, se le reventó una vena del pecho; y entonces se murió
de verdad». De modo que Pinocho ha hecho todo lo que ha podido para resolver el
problema y cuando parecía que había fracasado, es precisamente la situación en
que lo deja su intento, la que provoca la desaparición de la dificultad.
Continúa su carrera, su meta está cada vez más
cerca. Pero el camino es largo y, de pronto, siente hambre. Y había, al borde
del camino, un campo con una deliciosas uvas moscatel que tentaron al muñeco. Tras
superar una dificultad enorme ante la que sentía miedo y que le ha supuesto un
grave riesgo, Pinocho no concede importancia a unas pocas uvas. Entró con la
intención de comer sólo unos granos. Parece que no tiene importancia, son sólo
unos granos, pero «¡Ojalá no lo hubiera hecho».
Los campesinos habían colocado un cepo para atrapar
garduñas, azote de los gallineros de las cercanías. Y ahí fue a meter la pata
Pinocho.
Ahí tenemos que dejarlo hasta la próxima entrada. Atrapado
en un cepo. La trampa era para capturar a otros, pero ha caído él y, de este
modo, su pequeño desliz se hará público. Porque estaba robando, aunque sólo
fuera un poquito.
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