martes, 18 de febrero de 2014

24.4. La "misteriosa donnina"



La vida plantea necesidades a las que hemos de atender. Unos, como en Atrapabobos, lo hacen robando; otros, como en el país de las abejas industriosas, trabajando. A Pinocho no le apetece trabajar y opta por mendigar. Geppetto le había advertido ya de que sólo tienen derecho a hacerlo quienes están condenados a no poder ganarse el pan. No obstante, el muñeco pide. En el capítulo anterior vimos que todos coinciden en negarse a ayudar a quien no está dispuesto a hacer nada.

Estando así, «pasó una buena mujercita, una buona donnina, que llevaba dos cántaros de agua».


Cuando aparece esa buena mujer, Pinocho ya lleva acumuladas muchas decepciones. Ya no es arrogante. Va captando que quizá su padre tenía razón. No obstante, pide también a ella. La respuesta de la mujer es, en cierto sentido, la misma; pero introduce una variante notable. Dice lo mismo, pero de otra manera. Vale la pena seguir de cerca su desarrollo.

El muñeco tiene hambre y sed. Pide «un sorbo de agua del cántaro». La mujer deposita los cántaros en el suelo y permite que Pinocho beba. Ya no tiene sed, pero aún no ha comido nada, por eso dice: «¡Ojalá pudiera quitarme el hambre!». Pinocho ha escarmentado. No se atreve a pedir, por eso, insinúa su necesidad. Ahora la mujer le dice lo mismo que ha oído otras veces:

«- Si me ayudas a llevar a casa uno de estos cántaros de agua, te daré un buen trozo de pan».

Es lo mismo que le había dicho el albañil y quien transportaba carbón. Pero hay una diferencia importante. Para empezar, ella ha comenzado dándole algo sin pedirle nada: le ha quitado ya la sed sin pedirle nada. ¿Será por eso por lo que el muñeco no rechaza rápidamente la oferta de conseguir comida a cambio de realizar un trabajo? Tampoco la acepta sino que «miró el cántaro y no contestó ni que sí ni que no».

La mujer ve dudar a Pinocho, sopesar los inconvenientes y, por eso, ayuda a su indecisión añadiendo nuevos motivos:

«Y, con el pan, te daré un buen plato de coliflor».

Nueva mirada del muñeco que, no obstante, sigue dudando. La mujer insiste:

«Y después de la coliflor, te daré un rico dulce».

Como corresponde a un niño, Pinocho era goloso y entonces ya no «supo resistir más», hizo de tripas corazón y cargó con el cántaro. La mujer tampoco le dará una limosna. Le dará de comer porque lo habrá ganado con su trabajo.

El trabajo es un medio que supone esfuerzo. Por eso para trabajar bien hay que saber unir ese medio costoso con el gozo que supone disfrutar de lo que no es medio sino fin. Y son fines, de distinto rango, beber, comer, saciar las necesidades, desplegar las propias posibilidades, realizar la propia humanidad, lograr la mayor dignidad posible. Por eso, la mujer demuestra saber que la naturaleza de Pinocho, como la nuestra, necesita ayuda, promesas, anticipos y regalos para disponerse a hacer el esfuerzo. Los hombres a los que Pinocho pidió en pusieron ante el pobre muñeco el esfuerzo puro, y no consiguieron nada. La buona donnina no pretende que Pinocho trabaje de buen talante, le basta con que trabaje libremente. Para eso le hace percibir el nexo entre el pequeño esfuerzo (llevar los cubos) y lo que él quiere (comer).

Y así es como Pinocho llega a casa de la buena mujer. Ella prepara una comida deliciosa que Pinocho más que comer, devora.

Una vez saciado mira a su benefactora para darle las gracias y descubre con asombro que se parece extraordinariamente al Hada. Pinocho no puede contener las lágrimas de contento y, «echándose al suelo, se abrazó a las rodillas de aquella misteriosa mujercita; misteriosa donnina».

¿Será, de verdad, el Hada? Pinocho la había perdido ya. Se lanzó al mar buscando a su padre. Perdido Geppetto, ¿recuperará ahora al Hada o será una nueva fantasía de este muñeco?


Quizá el próximo capítulo nos traiga respuestas.

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