La vida plantea necesidades a las que hemos de atender.
Unos, como en Atrapabobos, lo hacen
robando; otros, como en el país de las
abejas industriosas, trabajando. A Pinocho no le apetece trabajar y opta
por mendigar. Geppetto le había advertido ya de que sólo tienen derecho a hacerlo
quienes están condenados a no poder ganarse el pan. No obstante, el muñeco
pide. En el capítulo anterior vimos que todos coinciden en negarse a ayudar a
quien no está dispuesto a hacer nada.
Estando así, «pasó una buena mujercita, una buona donnina, que llevaba dos cántaros de agua».
Cuando aparece esa buena mujer, Pinocho ya lleva acumuladas
muchas decepciones. Ya no es arrogante. Va captando que quizá su padre tenía
razón. No obstante, pide también a ella. La respuesta de la mujer es, en cierto
sentido, la misma; pero introduce una variante notable. Dice lo mismo, pero de
otra manera. Vale la pena seguir de cerca su desarrollo.
El muñeco tiene hambre y sed. Pide «un sorbo de agua del
cántaro». La mujer deposita los cántaros en el suelo y permite que Pinocho
beba. Ya no tiene sed, pero aún no ha comido nada, por eso dice: «¡Ojalá
pudiera quitarme el hambre!». Pinocho ha escarmentado. No se atreve a pedir,
por eso, insinúa su necesidad. Ahora la mujer le dice lo mismo que ha oído
otras veces:
«- Si me ayudas a llevar a casa uno de estos cántaros de
agua, te daré un buen trozo de pan».
Es lo mismo que le había dicho el albañil y quien
transportaba carbón. Pero hay una diferencia importante. Para empezar, ella ha comenzado
dándole algo sin pedirle nada: le ha quitado ya la sed sin pedirle nada. ¿Será
por eso por lo que el muñeco no rechaza rápidamente la oferta de conseguir
comida a cambio de realizar un trabajo? Tampoco la acepta sino que «miró el
cántaro y no contestó ni que sí ni que no».
La mujer ve dudar a Pinocho, sopesar los inconvenientes y,
por eso, ayuda a su indecisión añadiendo nuevos motivos:
«Y, con el pan, te daré un buen plato de coliflor».
Nueva mirada del muñeco que, no obstante, sigue dudando. La
mujer insiste:
«Y después de la coliflor, te daré un rico dulce».
Como corresponde a un niño, Pinocho era goloso y entonces ya
no «supo resistir más», hizo de tripas corazón y cargó con el cántaro. La mujer
tampoco le dará una limosna. Le dará de comer porque lo habrá ganado con su
trabajo.
El trabajo es un medio que supone esfuerzo. Por eso para
trabajar bien hay que saber unir ese medio costoso con el gozo que supone
disfrutar de lo que no es medio sino fin. Y son fines, de distinto rango,
beber, comer, saciar las necesidades, desplegar las propias posibilidades,
realizar la propia humanidad, lograr la mayor dignidad posible. Por eso, la
mujer demuestra saber que la naturaleza de Pinocho, como la nuestra, necesita ayuda,
promesas, anticipos y regalos para disponerse a hacer el esfuerzo. Los hombres
a los que Pinocho pidió en pusieron ante el pobre muñeco el esfuerzo puro, y no
consiguieron nada. La buona donnina no
pretende que Pinocho trabaje de buen talante, le basta con que trabaje
libremente. Para eso le hace percibir el nexo entre el pequeño esfuerzo (llevar
los cubos) y lo que él quiere (comer).
Y así es como Pinocho llega a casa de la buena mujer. Ella
prepara una comida deliciosa que Pinocho más que comer, devora.
Una vez saciado mira a su benefactora para darle las gracias
y descubre con asombro que se parece extraordinariamente al Hada. Pinocho no
puede contener las lágrimas de contento y, «echándose al suelo, se abrazó a las
rodillas de aquella misteriosa mujercita; misteriosa
donnina».
¿Será, de verdad, el Hada? Pinocho la había perdido ya. Se
lanzó al mar buscando a su padre. Perdido Geppetto, ¿recuperará ahora al Hada o
será una nueva fantasía de este muñeco?
Quizá el próximo capítulo nos traiga respuestas.
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