jueves, 12 de marzo de 2015

El gran Galeoto



El gran Galeoto




Manuel Ballester


Nuestra patria indiscutible es la infancia. Por eso no cabe duda alguna respecto a que José Echegaray tiene un lugar en Libros de Murcia. Tras recibir el premio Nobel de literatura en 1904 (el primero otorgado a un español), en la entrevista que concedió a la revista El bazar murciano declaró "Yo fui niño en Murcia y no he vuelto a serlo en ninguna otra parte". De la amplia relación entre Murcia y el polifacético autor que nos ocupa deja constancia, entre otros, Antonio Crespo en su Discurso de ingreso en la Academia Alfonso X El sabio (http://www.regmurcia.com/docs/murgetana/N083/N083_001.pdf).

El gran Galeoto es una obra de teatro, un drama que se abre con un diálogo en prosa y continúa con tres actos en verso. Durante su primer mes de edición alcanzó un gran éxito: se realizaron cinco ediciones diferentes. El triunfo no se limitó al texto impreso, sino que acompañó también a las múltiples representaciones teatrales. Como no podía ser de otro modo, el Teatro Romea fue testigo de diversas y exitosas funciones de la obra. Cabe destacar la que tuvo lugar en junio de 1881, año de su publicación, a la que asistió el propio Echegaray que fue vitoreado y se vio en la necesidad de hablar al público. En 1951, Rafael Gil la llevó al cine.


Tras la dedicatoria "A todo el mundo", el diálogo inicial nos muestra a Ernesto, un joven escritor luchando con las Musas y la dificultad de la actividad creativa. Incluso con la idea en mente, no logra dar forma a la obra; los aprietos que encuentra en las posibles vías de desarrollo le hacen retroceder una y otra vez. Intento tras intento comprueba que no obtiene nada y que la nada tiene muchas formas.

Entra en escena Julián que, al intentar ayudar a Ernesto, permite que nos enteremos de que el protagonista de la obra a que aspira el escritor (y, quizá la obra a la que asiste el espectador y lector) es, precisamente, ¡todo el mundo! y todo el mundo actuando e influyendo sobre la vida de todo el mundo. Ernesto es consciente de la magnitud de su empeño, de la dificultad de la obra que tiene en mente, de "el peligro de que se crea que yo trato de pintar una sociedad infame, corrompida y cruel, cuando yo sólo pretendo demostrar que, ni aun las acciones más insignificantes son insignificantes ni pérdida para el bien o para el mal, porque sumadas por misteriosas influencias de la vida moderna pueden llegar a producir inmensos efectos." (Diálogo, Escena II).

El personaje es, se ha dicho, "todo el mundo" o el Gran Galeoto y desde muy pronto (desde la dedicatoria misma) se nos va llevando a la idea de que "a veces es Galeoto toda la masa social" (Acto II, Escena V). Echegaray señala a la sociedad como la que actúa de Gran Galeoto al propiciar rumores, opiniones, dimes y diretes, calumnias y murmuraciones que son mentira pero que el tiempo torna verdaderas.

La obra juega hábilmente en distintos niveles que permiten al lector o espectador seguir la historia en el plano en que se encuentre más cómodo: hay romance, hay enredo, hay duelo pero hay más. Porque ya desde el título se percibe (o el lector cultivado puede percibir) el eco de los amores de Paolo y Francesca en La divina comedia o rememorar al mediador en los amores de la reina Ginebra y el caballero Lancelot. Pero uno puede obviar a Ginebra y Galeoto y dejarse llevar plácidamente por la historia de cómo las habladurías "de todo el mundo" llevan a enredarse en amores y desatinos a los protagonistas.

El que juega con todos es el Gran Galeoto. Hasta el punto que los amigos de los protagonistas dudan ["Es triste. No lo niego: pero acaso no todo es culpa de la opinión ajena" (Acto 3, Escena IV)]. Y el lector tiene que asentir porque quién no ha visto dudar a los propios amigos. Más aún, ¿quién no ha dudado de su rectitud y buen hacer? El Gran Galeoto es sutil y hace dudar de las propias acciones, de las propias intenciones. Así habla la protagonista que se ve envuelta en habladurías:

"Tales cosas piensa el mundo,
oigo historias tan extrañas,
tan tristes sucesos miro,
tales calumnias me amagan,
que a veces dudo de mí,
y me pregunto espantada:
¿Seré lo que dicen todos?"
(Acto 3, Escena VI)

La tensión, la angustia por la persecución a que se ven sometidos los protagonistas atrapa al espectador, aparte la maestría de Echegaray, porque se percibe el enorme realismo, la gran verdad y el gran dolor que causa ser atacado sin pausa ni causa, sin argumento ni enemigo al que rebatir (porque no se puede responder a "todo el mundo").

La actitud frívola, endeble, de quien se cree independiente de todo el mundo, de quien ignora que el hombre es ser social, de quien se piensa como un self made man que nada debe a nadie ni por nadie se ve influido también tiene cabida en la obra:

"¡Me importa poco el mundo,
desdeño sus maldiciones,
y me inspiran sus pasiones
el desprecio más profundo!"
(Acto 3, Escena VII)

Cuando es "todo el mundo" el que murmura y descalifica, ya es tarde. Se prevé muy bien hacia atrás lo que ha puesto en marcha a Galeoto pero no sólo es tarde para evitarlo. Ocurre que si se hubiese actuado de otro modo, es fácilmente previsible que Galeoto habría complicado también la vida a nuestros personajes: la red social es tupida y se toque el hilo que se toque, siempre se alerta a la araña que se regodea con su presa.


Se puede disfrutar de la obra de Echegaray como una lectura amena, que lo es. Se puede, también, leer como teniendo detrás de la oreja cuestiones como ¿Hay justicia?, ¿Hay salida? ¿Se puede evitar ser agente activo de lo que dice "todo el mundo"?, ¿Se puede evitar ser objeto pasivo de dimes y diretes de "la gente"?


Publicado originalmente en Libros de Murcia:
http://lecturasmurcianas.blogspot.com.es/search/label/Manuel%20Ballester

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