El gran Galeoto
Manuel
Ballester
Nuestra patria
indiscutible es la infancia. Por eso no cabe duda alguna respecto a que José
Echegaray tiene un lugar en Libros de
Murcia. Tras recibir el premio Nobel de literatura en 1904 (el primero otorgado
a un español), en la entrevista que concedió a la revista El bazar murciano declaró "Yo fui niño en Murcia y no he vuelto a serlo en ninguna otra
parte". De la amplia relación entre Murcia y el polifacético autor que
nos ocupa deja constancia, entre otros, Antonio Crespo en su Discurso de ingreso en la Academia Alfonso X
El sabio (http://www.regmurcia.com/docs/murgetana/N083/N083_001.pdf).
El gran Galeoto es una obra de teatro, un drama que se abre con un diálogo en prosa y
continúa con tres actos en verso. Durante su primer mes de edición alcanzó un
gran éxito: se realizaron cinco ediciones diferentes. El triunfo no se
limitó al texto impreso, sino que acompañó también a las múltiples
representaciones teatrales. Como no podía ser de otro modo, el Teatro Romea fue
testigo de diversas y exitosas funciones de la obra. Cabe destacar la que tuvo
lugar en junio de 1881, año de su publicación, a la que asistió el propio
Echegaray que fue vitoreado y se vio en la necesidad de hablar al público. En
1951, Rafael Gil la llevó al cine.
Tras la dedicatoria
"A todo el mundo", el diálogo inicial nos muestra a Ernesto, un joven
escritor luchando con las Musas y la dificultad de la actividad creativa.
Incluso con la idea en mente, no logra dar forma a la obra; los aprietos que
encuentra en las posibles vías de desarrollo le hacen retroceder una y otra vez.
Intento tras intento comprueba que no obtiene nada y que la nada tiene muchas
formas.
Entra en escena Julián
que, al intentar ayudar a Ernesto, permite que nos enteremos de que el
protagonista de la obra a que aspira el escritor (y, quizá la obra a la que
asiste el espectador y lector) es, precisamente, ¡todo el mundo! y todo el
mundo actuando e influyendo sobre la vida de todo el mundo. Ernesto es
consciente de la magnitud de su empeño, de la dificultad de la obra que tiene
en mente, de "el peligro de que se crea que yo trato de pintar una
sociedad infame, corrompida y cruel, cuando yo sólo pretendo demostrar que, ni
aun las acciones más insignificantes son insignificantes ni pérdida para el
bien o para el mal, porque sumadas por misteriosas influencias de la vida
moderna pueden llegar a producir inmensos efectos." (Diálogo, Escena II).
El personaje es, se ha
dicho, "todo el mundo" o el Gran Galeoto y desde muy pronto (desde la
dedicatoria misma) se nos va llevando a la idea de que "a veces es Galeoto
toda la masa social" (Acto II, Escena V). Echegaray señala a la sociedad
como la que actúa de Gran Galeoto al propiciar rumores, opiniones, dimes y
diretes, calumnias y murmuraciones que son mentira pero que el tiempo torna
verdaderas.
La obra juega hábilmente
en distintos niveles que permiten al lector o espectador seguir la historia en
el plano en que se encuentre más cómodo: hay romance, hay enredo, hay duelo pero
hay más. Porque ya desde el título se percibe (o el lector cultivado puede
percibir) el eco de los amores de Paolo y Francesca en La divina comedia o rememorar al
mediador en los amores de la reina Ginebra y el caballero Lancelot. Pero uno
puede obviar a Ginebra y Galeoto y dejarse llevar plácidamente por la historia
de cómo las habladurías "de todo el mundo" llevan a enredarse en
amores y desatinos a los protagonistas.
El que
juega con todos es el Gran Galeoto. Hasta el punto que los amigos de los
protagonistas dudan ["Es triste.
No lo niego: pero acaso no todo es culpa de la opinión ajena" (Acto 3,
Escena IV)]. Y el lector tiene que asentir porque quién no ha visto dudar a los
propios amigos. Más aún, ¿quién no ha dudado de su rectitud y buen hacer? El Gran
Galeoto es sutil y hace dudar de las propias acciones, de las propias
intenciones. Así habla la protagonista que se ve envuelta en habladurías:
"Tales cosas piensa
el mundo,
oigo historias tan
extrañas,
tan tristes sucesos miro,
tales calumnias me amagan,
que a veces dudo de mí,
y me pregunto espantada:
¿Seré lo que dicen
todos?"
(Acto 3, Escena VI)
La
tensión, la angustia por la persecución a que se ven sometidos los
protagonistas atrapa al espectador, aparte la maestría de Echegaray, porque se
percibe el enorme realismo, la gran verdad y el gran dolor que causa ser
atacado sin pausa ni causa, sin argumento ni enemigo al que rebatir (porque no
se puede responder a "todo el mundo").
La
actitud frívola, endeble, de quien se cree independiente de todo el mundo, de
quien ignora que el hombre es ser social, de quien se piensa como un self made man que nada debe a nadie ni
por nadie se ve influido también tiene cabida en la obra:
"¡Me importa poco el
mundo,
desdeño sus maldiciones,
y me inspiran sus
pasiones
el desprecio más
profundo!"
(Acto 3, Escena VII)
Se puede disfrutar de la
obra de Echegaray como una lectura amena, que lo es. Se puede, también, leer
como teniendo detrás de la oreja cuestiones como ¿Hay justicia?, ¿Hay salida?
¿Se puede evitar ser agente activo de lo que dice "todo el mundo"?,
¿Se puede evitar ser objeto pasivo de dimes y diretes de "la gente"?
Publicado originalmente en Libros de Murcia:
http://lecturasmurcianas.blogspot.com.es/search/label/Manuel%20Ballester
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