lunes, 8 de junio de 2020

Entusiasmo por la realidad

Así utilizan las marcas la realidad aumentada

Entusiasmo por la realidad




Manuel Ballester


Desde ciertos enfoques de la literatura (y de la vida, si es que finalmente no son lo mismo) el encabezamiento de esta sección puede parecer paradójico y necesitar una justificación.

Alude a dos polos: la realidad y nuestra actitud ante ella.

La realidad tiene, a veces, mala prensa. De aguafiestas, incluso. Se dice que el escritor, el lector, vive bien en la ficción, en la teoría, en la ilusión, pero luego hay que ir a la cruda realidad. Que es como decir que la realidad es penosa y todo lo demás son edulcorantes que ayudan a pasar ese mal trago. El arte sería el opio del pueblo, el narcótico que oculta la realidad.

Así parecen entender la realidad quienes conciben la lectura, la escritura, el arte en general (y la vida, si es que finalmente no son lo mismo) como una evasión de la realidad. Evadirse es un verbo elegante para significar que la realidad no es algo agradable. Mucho menos algo que despierte entusiasmo.

Así las cosas, el título aparece como pura y simple contradicción.

Cabe intentar varios caminos para escapar a esta paradoja.

La tentación subjetiva es la más fácil y presenta, al menos, dos variantes que merece la pena mencionar.

Hay, simple y llanamente, gente que es entusiasta. No necesita nada externo y objetivo para entusiasmarse. Por eso, “ni siquiera” la “triste” realidad es capaz de bajar su tono vital. Hay gente así y sería capaz de escribir una sección como la presente. Estaríamos, entonces, ante la sección de un entusiasta. Sería un espacio que no aportaría demasiado valor. Ni a los entusiastas, porque ya lo son; ni a quienes no lo son, porque no conectarían con su enfoque; ni a la realidad, porque no la mejoraría en nada.

Otra variante de la opción subjetiva es la de aquellos que conciben la lectura, la escritura, el arte (y la vida, si es que al final no son lo mismo) como actividad expresiva de la subjetividad. El artista que se considera un genio porque atesora una idea que él tiene por fascinante y que, además, pretende que los demás la estimemos del mismo modo. Cercano a la jovialidad del entusiasta crónico es, sin embargo, devoto exclusivamente de sus ideas, sus producciones, sus ocurrencias. Cuando éstas son magníficas y admiradas por un público amplio, estamos inclinados a perdonar su habitual porte altivo. Y es que ese tipo de originalidad no es ni más ni menos que un modo de exhibición y exaltación del yo, de la subjetividad.

Sin entrar en más análisis, los intentos subjetivos de “resolver” la paradoja coinciden en dar la espalda a la realidad, que es como negar uno de los términos en conflicto. E ignorar que el hombre, entusiasta o no, es parte de la realidad. No será nuestro enfoque.

El hombre, decíamos, forma parte de la realidad, de la realidad entusiasmante. De un modo especial, ya que no sólo está en la realidad y la percibe (que eso también lo hacen los animales) sino que puede entenderla. La inteligencia es un espíritu buscador de sentido. Si no lo encuentra, se frustra y cae en el formalismo y el absurdo. Hay que ver, además del mundo, lo que el mundo expresa.

Cuando captamos la realidad y experimentamos un sentimiento ante ella, no estamos reaccionando ante una idea subjetiva sino ante un destello de la realidad. Como cuando vemos un bello amanecer lo vemos porque tenemos ojos, ciertamente, pero la aurora es real. Aunque la indiferencia o entusiasmo ante el nuevo día corran por cuenta de la actitud (subjetiva, ahí sí) del espectador.

El sencillo cura rural del que habla Bernanos se siente agobiado, aplastado, por el mal y la mediocridad hasta que descubre el mundo como amable teofanía, que todo es gracia y que la maravilla de la realidad no depende de la brillantez o vulgaridad de los hombres.

Apreciar o des-preciar la maravilla de la realidad está en nuestras manos. Pero estar ante la belleza y no conmoverse es situarse de lleno en la vulgaridad, que es una forma de vivir por debajo de las propias posibilidades. Nuestra mejor posibilidad consiste en captar lo mejor de la realidad y responder con entusiasmo.


Nos ocurre, a veces, que sentimos llenarse plenamente nuestras capacidades intelectuales, volitivas, sensitivas. O, por decirlo con Bécquer, sentimos que “la tierra y los cielos nos sonríen [… que] llega al fondo de nuestra alma el sol”. Quien lo probó lo sabe… Y quien lo sabe, comprende cuál es el estado que nos permite sin-tonizar con la realidad, estar en el mismo espiritual tono festivo que cor-responde a la maravilla de la realidad. No otra cosa parece ser el entusiasmo. Ante la realidad, claro.


Publicado en Letras de Parnaso, 63 (Junio 2020), pp. 14-15.

Edición en pdf:
http://www.los4murosdejpellicer.com/EdicionesyPortadasPD/Edicion63%C2%A9.pdf

Edición on line:
https://issuu.com/jpellicer/docs/edicion63_

2 comentarios:

  1. ¿Estar entusiasmado no es estar 'lleno de Dios'?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exacto
      Esa es la etimología
      Al estar entusiasmado, lleno de Dios, se ve la realidad (incluida mi propia vida) tal como la ve Dios

      Eliminar