Procusto en la red de Walden
Manuel Ballester
Cuando aún estaba reciente el fin de la II Guerra Mundial,
Skinner (1904-1990) publica su célebre Walden
Dos (1948). Se trata de una novela que tiene el enorme mérito de plantear
grandes cuestiones que su autor abordará en ensayos como Ciencia y conducta (1953) o Más
allá de la libertad y la dignidad (1971).
Rinde homenaje a Walden,
la vida en los bosques (1854) donde Thoreau intenta mostrar que la vida
auténticamente humana, libre y feliz, es la vida en contacto con la naturaleza
si bien, señala Skinner, Thoreau descuidó los problemas típicamente sociales. Y
ese será el intento del experimento social, psicológico y cultural de Skinner.
El hilo
argumental del relato nos conduce al descubrimiento
progresivo de una comunidad organizada según principios elaborados desde la
psicología experimental. Suscita la curiosidad del lector al que primero se le
muestran los logros en la modificación de conducta (desde las ovejas hasta los
humanos) y sólo posteriormente se explicitan los principios de tecnología de la
conducta que se han puesto en juego. Finalmente se extrapola el modelo de
hombre que subyace a ese tipo de comunidad.
Se
suscita el asentimiento del lector ante el loable objetivo que ha puesto en
marcha la comunidad: «Queremos hacer
algo… queremos investigar qué le pasa a la gente, por qué no pueden vivir
juntos sin estar peleándose todo el tiempo. Queremos saber exactamente qué es
lo que quiere la gente, qué es lo que necesitan las personas para ser felices,
y cómo pueden conseguirlo sin robar a nadie».
El individuo, la pieza clave de la comunidad, ha de ser
adiestrado en el autocontrol, el dominio de las propias pasiones. Para
modificar la conducta humana echa mano «de aquello que somos capaces de hacer
mejor. Buscamos seguridad, y nuestra seguridad es la ciencia y la tecnología». Skinner
adopta el método científico experimental y logra modificar conductas
suprimiendo castigos (refuerzo negativo) y potenciando los premios (refuerzo
positivo).
Comete el error típicamente cientifista de considerar que
todo lo que atañe al hombre es abordable mediante ese método y que lo que no es
abordable… no es real, es una deformación que, con el tiempo, será eliminada o
reconducida.
Veamos algunos ejemplos. Los niños son la clave de la nueva
sociedad que producida por esta ingeniería de la conducta. Pero la familia es
una estructura arcaica, basada en lazos de sangre y no en principios
científicos. Por tanto, en Walden Dos
se acentúa «el cuidado comunitario [consiguiendo] debilitar también las
relaciones entre padres e hijos […] y lo hacemos a propósito. Tenemos que
atenuar dicha relación».
Walden Dos es un
proyecto, un experimento, de ingeniería de la conducta. Por eso, cierto tipo de
estructuras y apegos son un obstáculo. De ahí que la familia, el hogar, no sea
«el lugar más adecuado para educar hijos». «Durante los primeros años de la
vida pueden conseguirse cosas portentosas de un niño y sin embargo lo dejamos
en manos de gente cuyos errores se escalonan desde el abuso a la protección
excesiva y al derroche del afecto cuando la conducta no es apropiada». Para
evitar los errores de esa gente (los padres) se requiere una actitud fría,
científica, que supondrá una dificultad, especialmente para «la mayoría de
madres sin una instrucción previa de varios años».
Hay un debate entre libertad y refuerzo que recorre toda la
obra. La ingeniería de la conducta da por supuesto que el hombre siempre es
controlado. Y puede serlo por una ciencia de la conducta o por «el curandero,
el demagogo, el vendedor, el político, el fanfarrón, el embustero, el sacerdote
[…] Si el hombre es libre, entonces una tecnología de la conducta es
imposible». Pero la tecnología de la conducta existe. Por tanto, sólo cabe una
conclusión: «Niego rotundamente que exista la libertad. Debo negarla…, pues de
lo contrario mi programa sería totalmente absurdo. No puede existir una ciencia
que se ocupe de algo que varíe caprichosamente».
El pueblo ignora, en general, la solución a los grandes
problemas del ser humano. De ahí su rechazo a la democracia por incoherente e
ineficaz; de hecho, «no es, no puede ser, la mejor forma de gobierno porque
está basada en una concepción científicamente inconsistente del hombre. No toma
en consideración el hecho de que, a la larga, el hombre está determinado por el Estado. Una filosofía laissez-faire que cree en la bondad y
prudencia innatas del hombre es incompatible con la realidad observada de que
los hombres son buenos o malos, prudentes o imprudentes según el ambiente en
que se han criado». Por ello defiende lo que podríamos denominar un despotismo
benévolo guiado por personas técnicamente competentes.
Cuando Frazier, el guía y mentor de la comunidad Walden Dos, habla de sí mismo lleva a
cabo también una exposición del modelo antropológico que subyace: «cuando muera
[…] dejaré de existir, en el sentido pleno de la palabra. Unos cuantos
recuerdos me acompañarán hasta el crematorio y no habrá más rastro de mí. Como
figura personal, seré tan inindentificable como mis cenizas».
La comunidad Walden
Dos es eficaz y atractiva. Suprime la gratitud y algunos otros elementos
habituales en las sociedades habituales. Pero no el amor, reinterpretado, claro
ya que «¿Qué es el amor […] sino un sinónimo del refuerzo positivo?».
No pretende haber descubierto el refuerzo positivo. Jesús lo
hizo antes, de hecho «fue el primero en descubrir el poder de no castigar,
debió dar con dicho principio por casualidad. Ciertamente, no disponía de
ninguna prueba experimental». Jesús carecía de método. Por eso, una vez que
hemos llegado al momento científico del desarrollo de la humanidad, podemos
prescindir de este tipo de personajes pintorescos. La religión y, en suma, todo
saber sapiencial será reducido a psicología y, en esta nueva sociedad, los
psicólogos serán «nuestros “sacerdotes”, por decirlo de alguna manera».
Publicado en Aleteia el 20 septiembre 2020:
https://es.aleteia.org/2020/09/20/walden-dos-el-progreso-necesita-que-la-libertad-no-exista/
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