Los desastres han acompañado siempre a la humanidad. Juan Rulfo, en su cuento El día del derrumbe, rememora una de esas calamidades, reflejando tanto la reacción de la gente como la de sus dirigentes.
Cuando un lider tiene autoridad y prestigio (además de poder
y mando), su sola presencia consuela y da esperanza. O algo de esto le entiendo
a Rulfo cuando dice:
“Todos ustedes saben que nomás con que se presente el gobernador, con tal de que la gente lo mire, todo se queda arreglado. La cuestión está en que al menos venga a ver lo que sucede, y no que se esté allá metido en su casa, nomás dando órdenes. En viniendo él, todo se arregla, y la gente, aunque se le haya caído la casa encima, queda muy contenta con haberlo conocido”,
Rulfo, El día del derrumbe en El llano en llamas, 211.