El Principito, ese entrañable personaje creado por
Saint-Exupéry, parece tener siempre una risa encantadora de su parte. Produce
una alegre impresión en los lectores y un regusto de esperanzada jovialidad en
el recuerdo.
Pero también llora. En una ocasión llora y se derrumba. Su
mundo se desploma.
Creía que su amada rosa era única en el universo. Pero
descubre un jardín de rosas. Un montón de rosas todas iguales. Y llora porque
ha tocado fondo. Otra obra de Saint-Exupéry, Ciudadela, contiene un pasaje que aclara la razón de esas lágrimas:
«…el más perfecto debe ser erigido como ejemplo. Eliges como
pedestal la mejor estatua del mejor escultor. Lees a los niños los mejores
poemas. Deseas reina a la más bella. Porque la perfección es una dirección que
conviene mostrar, aunque esté fuera de tu poder alcanzarla».
Me venían a la cabeza estos textos de Saint-Exupéry ahora
que veo a tantos darse palmaditas en la espalda por los resultados de nuestros
estudiantes ante la evaluación que realiza el informe internacional Pisa. Los irresponsables de Educación
del Ministerio y sus acólitos destacan que nuestros alumnos son un jardín de
rosas, todos igualitos. Que nuestro sistema educativo está consiguiendo un
rebaño muy uniforme. Un paso más que nos aproxima a esos países tan
igualitarios que han rehusado asistir a la concesión del Nobel a Liu Xiaobo:
ningún “teatro político nos apartará del camino seguro del socialismo”,
advierten. Como aquí, ningún informe internacional parece mover a los
irresponsables de Educación a apartarse del camino del igualitarismo. La
consigna del progretariado es tajante: todo elitismo es malo. Hay que ir a una
sociedad igualitaria, donde nadie es mejor ni peor, sino igual.
Frente a esta autocomplaciente lectura ideológica, se alza
la gran ausente de las ideologías: la realidad. Y ahí ocurre que cuando
queremos a alguien, lo queremos único. Y queremos lo mejor para él. No queremos
que sea uno más, del montón. No nos conformamos con que sea igual que los
demás, otra rosa más, como todas las rosas.
En apoyo de la realidad, frente a la ideología igualitaria,
se alza el lenguaje mismo. Porque la palabra elite viene del latín electus, elegido. De ahí viene también
selección. Seleccionar, elegir: esa es la raíz de la élite. Para configurar una
selección de fútbol se forma, se prepara y se elige. O sea, va a resultar que
el seleccionador es un elitista. Y todos los que intentan enmendarlo y proponen
una selección mejor; elitistas también. Y se elige con un criterio de cajón, de
sentido común aplastante: se elige a los mejores. Pues al fútbol no parece que
haya llegado el virus igualitario: si Liu Xiaobo se hubiese dedicado al fútbol,
otro gallo le cantaría.
Y es que el igualitarismo queda muy bien en los manuales, en
las proclamas ideológicas y en extintos Ministerios, pero salta hecho añicos el
día que le toca a uno en sus carnes. Porque queda de lo más progre eso de que
queremos una escuela no elitista, igualitaria ella. Hasta que caemos en la
cuenta de que todos queremos para nuestros hijos “lo mejor”. Lo mejor supone
que no todo es igual, que hay superioridad, inferioridad y mediocridad. Y para
mí y los míos no quiero mediocridad. El progre, al parecer, sí. La Lo(gs)e, al
parecer, sí. Y Pisa dice que la siembra
de esclavos, como la denominara Francisco Giménez Gracia, está dando ya sus
frutos.
Mientras,
el Principito y demás elitistas se echan a llorar en espera de que los
irresponsables de Educación despierten, la cordura se imponga, se extirpe este
experimento fallido que es la Lo(gs)e y se recuerde que la esencia de la
educación es siempre la experiencia de la grandeza.
En verdad, Manuel, que te explicas como "un libro abierto". No puedo estar más de acuerdo contigo. Y es que aunque es verdad que todos debemos ser iguales en Derechos y Deberes, también es verdad que en la variedad está la riqueza y que no todos poseemos los mismos dones, con lo cual, no todos estamos capacitados para desempeñar las mismas tareas.
ResponderEliminarMuy cierto que todos queremos lo mejor para los nuestros y estoy segura que también lo quieren los que "aparentan ser tan progres, que quieren que seamos todos iguales", pero luego "a la hora de la verdad" eligen colegios de élite para sus hijos y con mucha frecuencia, fuera de España.
Gracias por hacerme llegar tu "Mano de Nieve"
Saludos, Carmen
Lo que dices es una verdad de perogrullo. Ocurre que nos enfrentamos al peso de una manipulación ideológica que, en el campo de la educación, dura ya casi 30 años. Los profesores jóvenes ya fueron educados así, y ya sabemos cómo están los maestros de las últimas hornadas. La presente generación ha sido educada así, y ya sabemos cómo anda la sociedad. Eso no impide a los ideólogos de esto decir que estamos ante la generación mejor preparada de la historia. Esto es literal de Marchesi hace pocos meses.
ResponderEliminarLo de siempre: el enemigo de la ideología es la realidad, que tan bien se lleva con el sentido común.