Jaime Ballester (2013) |
Pinocho abandona su casa para formarse, para realizar su
mejor opción. Cuenta para ese viaje con todo lo que ha recibido. Tiene esas
posibilidades porque se le han entregado una serie de capacidades, como un
regalo. Y sale ilusionado a sacarle el mejor partido.
Ante la tesitura de seguir el camino hacia su mejor
posibilidad o posponerlo a favor de un entretenimiento momentáneo, Pinocho
cede. Decide tomarse un respiro, aplazar lo que iba a hacer hoy (oggi) y dejarlo para mañana (domani):
«Hoy (oggi) iré a
oír los pífanos y mañana (domani) a
la escuela; para ir a la escuela siempre hay tiempo».
Pinocho llega donde está la música y ve un barracón pintado
de mil colores. El sonido, las luces, el ambiente, han guiado a Pinocho. Sabe
que allí va la gente a pasárselo bien, a disfrutar y descansar. Pero no sabe
exactamente de qué se trata. El ser humano necesita aprender todo, también
cómo, cuándo y con qué divertirse. Y el aprendizaje se inicia siempre a partir
de lo que nos es transmitido: necesitamos apoyarnos siempre en otros. E importa
mucho en quiénes nos apoyemos: no se ve el mismo panorama desde los hombros de
un gigante que desde la altura de un enano.
Pinocho pregunta a un muchacho por el barracón. Casi hasta
el final del capítulo, el interlocutor del Pinocho será este ragazzetto del paese, ese mozalbete del
pueblo, que mostrará en todo momento gran sentido común. Comienza aplicando un
principio fundamental de toda enseñanza: no proporcionar una ayuda innecesaria.
Le dice a Pinocho que si quiere saber qué es el barracón, que lea el cartel.
«Lo leería de
buena gana, pero precisamente hoy no sé leer; Lo leggerei volentieri, ma per l’appunto oggi non so leggere».
La respuesta de Pinocho manifiesta la situación en que se
encuentra. Ya hemos visto que ha decidido que hoy no irá a la escuela. Por eso,
per l’appunto oggi, precisamente hoy
que necesitaría saber leer, no sabe.
El muchacho lee entonces el cartel. Se trata de un teatro de
títeres. Pinocho quiere entrar, naturalmente. Y no tiene dinero, naturalmente.
Se puede pensar que intentar conseguir lo mejor supone
esfuerzo frente al mero “dejarse llevar” que implican otras opciones más
divertidas y relajadas. No es así. Nuestras peores posibilidades también tienen
un coste. Y un gozo, también. Pero el precio y el resultado de unas y otras
están en planos distintos.
Pinocho iba a formarse y ganar dinero para comprar una
casaca de plata y oro, pero como no ha ido a la escuela no tiene las cuatro
perras que cuesta la entrada. ¿Cómo conseguirlas?
Primero pide. No es la primera vez que pide. En la respuesta el muchacho se burla de lo que dijo poco antes Pinocho cuando le invitó a leer:
Primero pide. No es la primera vez que pide. En la respuesta el muchacho se burla de lo que dijo poco antes Pinocho cuando le invitó a leer:
«Te las daría de buena gana, pero hoy precisamente no te las
puedo dar; Te li darei volentieri, ma oggi per l’appunto non te li posso
dare».
Continúa el juego entre el hoy y el mañana y las
consecuencias de las acciones. Hoy, precisamente hoy, no va a la escuela, no
aprende a leer, no tiene dinero. Mañana sí, mañana seguramente irá a la
escuela, sabrá leer, tendrá dinero, no necesitará mendigar. Pero eso será
mañana. El muchacho le recuerda que vivimos hoy y, precisamente hoy, no se
presta dinero. El muchacho aplica el mismo principio indicado antes: no ayudar
innecesariamente, no dar limosna a quien con su esfuerzo podría salir de la
necesidad.
Pinocho intenta entonces merecer el dinero en vez de apelar
a la limosna. Propone ahora una venta. Todo lo que tiene Pinocho lo ha recibido
¿de qué podrá desprenderse?
El vestido. Una magnífica indumentaria de tres piezas (chaqueta,
zapatos y gorro) fruto de la pericia y del amor de su padre. El propio Pinocho la
valoró como excelente, disfrutó con el aspecto señorial que le proporcionaba.
Pero cuando se pretende vender urgido por la necesidad, siempre se pierde algo
y ese vestido precioso es ahora degradado: la chaqueta de papel no hay modo de
quitársela de encima si llueve, los zapatos sólo sirven para encender fuego, el
gorro de miga de pan puede ser comida para ratones.
Ni siquiera en su versión degradada logra vender el traje. Se
necesita un precio más alto para seguir el itinerario que ha elegido. Pinocho,
precisamente hoy, ha iniciado un camino que le aleja de considerarse a sí mismo
un “señor”. Está adentrándose en un mundo donde no se valora ese modo señorial
de ser. Se desprecia su traje.
Pinocho intuye el vértigo que lo llama a un estilo de vida
distinto:
«Pinocho estaba sobre ascuas. A punto de hacer una última
oferta, no se atrevía; vacilaba, titubeaba, sufría».
El Abecedario. Podría venderlo. Es, como el vestido,
donación generosa de Geppetto. Pero es más. Geppetto ha puesto más empeño (se
ha quedado sin casaca) porque se trataba de proporcionar al hijo una
posibilidad que está más allá de su alcance. Más allá de las fuerzas de
Geppetto, pero asequible para Pinocho si se empeña. El Abecedario es la
posibilidad de conseguir una formación superior, de alcanzar la mejor
posibilidad. El Abecedario no promete nada para hoy. Remite a mañana, pide
esfuerzo, requiere recorrer un camino. Por eso, vender el Abecedario, no es ya
posponer la escuela para mañana. Quizá suponga hacerla imposible. Quizá la vida
no vuelva a dar esa oportunidad.
Decisión importante, de graves consecuencias. Pinocho duda,
sufre. Pero opta por disfrutar del momento:
«¿Quieres darme cuatro céntimos por este Abecedario nuevo?».
Antes de desaparecer de escena, el muchacho tiene el último
rasgo de sentido común:
«Soy un niño y no compro nada a otro niño».
Un revendedor de ropa usada que asistía a la conversación
compra el Abecedario en un santiamén. Próximo a la miseria, la muerte de otros
es su vida y su riqueza. Está al acecho, pues sabe dónde se produce la caída de
los hombres que será fuente de su riqueza. Revende ropa, asiste a la
conversación, pero no ha querido comprar el vestido de Pinocho porque sabía que
esperando a que Pinocho se desesperase conseguiría mayor botín. Y así ha sido.
Pinocho es ahora un títere que ha conseguido su entrada para
ver una comedia en el teatro de títeres. Quizá ha imposibilitado su camino a la
escuela. Quizá encuentre su lugar en el mundo de los títeres.
Me tienes en "ascuas" con el dichoso Pinocho, que parece que no aprende nunca... Ya estoy deseando leer la próxima entrega... Ya que esto va por capítulos.
ResponderEliminarSaludos, Carmen
Me parece que lo bueno de este cuento de hadas es que expone lo que de verdad nos pasa, que vamos dando trompicones por la vida y nos cuesta aprender.
EliminarTambién Collodi fue dando trompicones. De hecho la historia se centra mucho después.
Fíjate que ha desparecido el Grillo, que aún no sabemos nada del hada, que la nariz le creció una vez cuando aún lo estaba tallando Geppetto y etc.
Saludos