En la vida siempre hay sufrimiento, dificultades, contrariedades. No es lo único ni lo mejor de la existencia, pero ahí está.
No obstante hay
quien, de espaldas a la evidente realidad, concibe la vida como una gozosa
travesía en una apacible tarde de primavera. Y, por eso, cuando el curso de
nuestra vida nos pone en contacto con la realidad, parece como que se acaba la
fiesta de la vida.
Quizá por eso
Houellebecq escribe de su personaje que
«iba a cumplir 15 años, y se había acabado para él el tiempo de la felicidad»,
Houellebecq, Las partículas elementales, 184
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