Muerta el hada, desesperado Pinocho, así dejamos la entrada
anterior.
Pero, como ya advirtiera Hölderlin allí mismo «donde está el
peligro, surge también la salvación».
Mientras el muñeco permanecía en ese estado de postración,
apareció un gran palomo (un grosso
Colombo) que se dirigió a él preguntándole por un tal Pinocho. Al
identificarse («¡Pinocho soy yo!»), el enorme palomo descendió y le contó que
Geppetto andaba recorriendo el mundo buscándolo desde hace más de cuatro meses
y que, «como no te encuentra, se le ha metido en la cabeza buscarte en los
lejanos países del nuevo mundo».
El término italiano Colombo,
que equivale a “palomo”, es también el apellido del descubridor de América, el
nuevo mundo. De ahí que el lector italiano capta la sutil alusión de Collodi,
imposible para el español. En cualquier caso, este nuevo animal parlante le
informa de que han pasado tres días desde que dejara a Geppetto junto a la
playa, fabricándose un barco.
El palomo lo lleva por los aires. Se hace una breve parada en
la que se recuerda el episodio en que Pinocho se negaba a tomar las peras sin
pelar. Ahora sólo hay algarrobas. Al igual que aquellas peras, nunca había
podido tragar las algarrobas. No le gustan, no le apetecen, pero muestra que ha
ido madurando. Sabe que debe comérselas, le apetezca o no hacerlo. Y lo hace.
El palomo, personaje educativo, subraya la moraleja: «Hay que convencerse,
muchacho de que cuando se tiene hambre de verdad y no hay otra cosa que comer,
hasta las algarrobas resultan exquisitas. ¡El hambre no tiene caprichos ni
glotonerías!».
Cuando el palomo deposita a Pinocho en la playa, se va
rápidamente, sin querer ni siquiera recibir el agradecimiento. De modo que Pinocho
vuelve a quedarse solo. Pero ahora tiene un objetivo, ya no está desesperado.
La playa estaba llena de gente que gritaba y gesticulaba
porque «un pobre padre, habiendo perdido a su hijo, ha querido embarcarse en
una barquichuela para ir a buscarlo al otro lado del mar; y el mar está hoy muy
malo, y el barquichuelo, a punto de hundirse…».
Pinocho reconoce inmediatamente a su padre y empieza a
hacerle señas, a llamarlo. Geppetto parece reconocerlo, le saluda y le da a
entender que volvería de buena gana pero el mar se lo impide. Una enorme ola
oculta entonces la barca. Y ya no se la vuelve a ver.
Los pescadores que contemplaban la escena desde la playa son
gente con experiencia en las cosas del mar y, por eso, dan por perdido a
Geppetto: «murmuraron en voz baja una plegaria y se dispusieron a regresar a
sus casas». Ya no había nada que hacer ni nada que ver.
Pinocho no acepta la sentencia de los expertos. No está
dispuesto a perder a su padre sin pelear. Se arroja al mar. Como era de madera
flotaba y nadaba como un pez.
«Al final lo perdieron de vista y ya no lo vieron más.
- ¡Pobre muchacho! -dijeron entonces los pescadores que se
habían reunido en la playa; y, murmurando en voz baja una plegaria, regresaron
a sus casas».
Este parece ser el balance de un capítulo plagado de
desapariciones: primero el Hada, después Geppetto y ahora Pinocho. Parece que
de poco le ha servido al muñeco centrarse, madurar, volver a la strada maestra.
La vez anterior que lo vimos centrado estaba en casa del
Hada esperando a su padre. Ambos son una constante en la historia. Son figuras
que lo quieren y le hacen bien. En ese sentido, este capítulo representa la
ruina de ese marco de referencia. El Hada muere, Gepeto desaparece, parece
morir, incluso, el propio Pinocho.
Sin perder de vista el simbolismo de la muerte en el relato,
puede ser interesante cotejar la muerte de Geppetto y la del Hada. Ya
encontramos al Hada muerta y señalamos allí que estar vivo o muerto equivale a
tener aún o carecer ya de posibilidades. Desde esta perspectiva, ¿Qué sabemos
de la muerte de ambos? El Hada murió de pena. Había rescatado a Pinocho de las
garras de la muerte, había tenido mucho que ver con que Pinocho volviese a la strada maestra, había gozado al ver cómo
Pinocho estaba lleno de posibilidades. Porque lo quería. Y cuanto más se quiere
a una persona, más pena da ver cómo tira sus posibilidades por la borda,
desaprovecha una y otra vez las ocasiones que le brinda la vida: esa pena es la
que mata al Hada. El Hada muere de pena.
¿Podemos decir lo mismo de Geppetto? También quiere a
Pinocho, y sufre desde el principio su insolencia, su mala actitud. Pero eso no
lo mata. El Hada anima a Pinocho, espera que actúe correctamente y, cuando lo
ve actuar mal, se des-anima; por el contrario, Geppetto simboliza otro modo de
enfocar la cuestión. Desde su primera pelea con maese Cereza lo vimos tomando
partido. Es activo, briega para producir la maravilla, intenta sacar adelante a
Pinocho, construye un barco para ir hasta un nuevo mundo, si es necesario. Fuerza
las situaciones para mejorarlas. Hasta el límite mismo de sus posibilidades.
Tanto amor, tanto esfuerzo, ¿Quedará en nada? ¿Tendrán razón
los pescadores?, ¿Acertará la rutina?, ¿Será otra historia más de buenas
intenciones que no llegan a nada?
Cuestiones estas que quizá hallen solución en la próxima
entrada.
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