sábado, 3 de mayo de 2014

Hombre muerde perro



Hombre muerde perro




Manuel Ballester


Al parecer hay acuerdo entre el gremio de los periodistas sobre lo que vende y no vende, sobre lo que se puede y lo que no se puede publicar. No se trata de hablar ahora de Pedro J y el 11-M, no vayamos a herir susceptibilidades y hacernos daño.

Es más simple: "Perro muerde hombre" no interesa, no vende, no es buen titular. Pero "Hombre muerde perro", eso sí.


Va a ser cuestión de lenguaje. Lo que se quiere decir con la afortunada expresión es que lo normal, lo habitual (perro muerde hombre) no llama la atención y no vende. Pero resulta que no todos los perros son iguales. Basta pensar en Milou o Pluto, Rin-tin-tin o Scooby Doo, Idefix, Pancho o cualquiera de los dálmatas. Que hay perros y perros y cada uno tiene sus cosas. Y de tipos de hombres para qué hablar. De modo que lo que es normal para Snoopy puede no serlo para Lassie o, lo que es lo mismo, depende de quién haga qué, tendremos o no noticia.

Así que es cuestión de afinar y de atinar. Y depende del olfato del buen periodista detectar qué mordedura es trivial y anodina, y cuál constituye un acontecimiento reseñable. Asunto, por tanto, de sensibilidades y contextos. Hay que tener, en definitiva, un cierto conocimiento de la materia sobre la que se trata porque si no, uno no sabe determinar qué es normal y qué es rarito. Veamos algunos ejemplos facilitos, de asuntos cuyo conocimiento está al alcance de casi cualquiera.

Me llegan noticias de un congreso de expertos en educación entre los que, curiosamente, no hay ni un profesor. Algo así como si entre los expertos en medicina no hubiese médicos, o como si algún hombre mordiera persistentemente a los perros. Pura normalidad, ¿verdad?

Siguiendo con la educación. Podríamos presumir que lo suyo es que, mientras los expertos reforman la contrarreforma educativa, los profesores enseñen a sus alumnos y, como consecuencia, éstos obtengan buenos resultados académicos Sin embargo, ahí tenemos lo que recoge Inger Enkvist en su excelente libro La buena y la mala educación donde leemos que el año 2003 se declaró una huelga de enseñanza en el país vecino (y por "país vecino" me refiero a Francia, claro); los profesores «se pusieron en huelga durante los dos meses anteriores a las pruebas finales de bachillerato. A pesar de la huelga en cuestión, el porcentaje de aprobados aquel año aumentó del 80 al 82%». ¿Hombre mordedor o mordido? Porque parece que los alumnos, tras varios meses sin asistir a clase, sin ser asesorados, orientados, tutelados ¡obtuvieron mejores resultados! A ver si la explicación va a ser que cuando los alumnos vieron que su futuro dependía menos del sistema que de ellos, de su esfuerzo, se pusieron a estudiar y ¡oh, sorpresa! ¡aprendieron! Uno siempre puede hacerse el sueco y considerar esta interpretación como sesgada por el pensamiento liberal que sostiene, como es sabido, que los individuos se sacan las castañas de fuego mucho mejor cuando el Estado, el sistema, el aparato, no les estorba. Habrá otras explicaciones, y no faltarán "expertos" en educación que acaben encontrándolas, como es normal.


Otra perla de la normalidad, de perro mordedor, es el devoción con que la cofradía de expertos saca en procesión la santísima "implicación de los padres". Normal que los padres se impliquen en la educación de sus chiquillos. Normal que si no se implican sus chiquillos sean solidarios, ególatras ecólatras y demás zarandajas del adoctrinamiento progre pero no sepan multiplicar (o eso dice Pisa) porque en la escuela si plantean un problema en que se compran chuches, chicles y piruletas andan más preocupados en si el comprador es niño o niña que en que sepan sumar, multiplicar y demás asuntos en los que los padres implicados tendrán que ocupar su tiempo o su dinero. Si los padres están ahora que trinan con el asunto, no quiero perderme yo cómo se las van a ingeniar para tomarles las tablas de multiplicar a sus retoños en inglés. Porque eso está ya a la vuelta de ahí mismo, just around the corner, y más de uno va a acabar de los nervios, para morderle al primero que pase, sea perro o experto educativo.

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