las economías
igualitaristas basadas en la solidaridad nunca han sacado a un país de la
pobreza; siempre lo han empobrecido más. Y, a menudo, han recortado o hecho
desaparecer las libertades, ya que el igualitarismo exige una planificación
rígida, que comienza siendo económica y se va extendiendo al resto de la vida.
De allí resultan una ineficiencia, una corrupción y unos privilegios para quien
gobierna que contradicen la noción misma de igualdad. Los contados casos de
despegue económico en el Tercer Mundo han seguido, todos, la receta del
mercado.
Mario Vargas Llosa, El pez en el agua
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