Nikolái Gógol, Nochebuena en
Ucrania
Manuel Ballester
El relato del nacimiento de Cristo que transmiten los
evangelios refiere el modo en que Dios, en la plenitud de los tiempos, decide
tomar cuerpo, iluminar la noche, dignificar la infancia, bendecir a la familia
como imagen de la Trinidad, hogar del hombre… Dios decide, y así sucede.
La Nochebuena expresa el modo en que hombres de distintos
tiempos han entendido, vivido y sentido ese nacimiento. Sobre ese trasfondo,
cada época, cada cultura, ha ido festejando, alegrándose, de mil modos. La
celebración ha tomado forma de villancicos, canciones, música, cuentos y mil
concreciones del arte.
Cabe entroncar con esa tradición la novela Nochebuena (1832) de Nikolái Gógol
(1809-1852). Tras un primer fracaso en el ámbito de la literatura, el ucraniano
Nikolái Gógol acepta un trabajo burocrático en San Petersburgo. Allí siente el
abandono y la nostalgia de su patria chica. Escribe entonces en ruso Veladas en un caserío próximo a Dikanka
(1832), una serie de novelas cortas,
relatos populares de la gente de Ucrania, entre las que se encuentra Nochebuena.
Se trata de un relato ágil, dinámico, casi de comedia de
enredo. Pero no es superficial sino que consigue imprimir un ritmo acelerado
(vertiginoso, a veces) a los acontecimientos pero sin perder profundidad. Por
indicar una de las tramas presentes en la obra, tenemos a Oksana, la joven más bella del pueblo que, por eso, es
pretendida por todos los jóvenes pero especialmente por el herrero Vakula. La
joven es consciente de su belleza y eso la hace comportarse de un modo
caprichoso, altivo y desdeñoso con todos pero especialmente con Vakula al que
pone una condición imposible. Vakula llega a la desesperación y eso lo pone en
contacto con otro personaje: el demonio.
El diablo sabe que «le quedaba la
última noche para poder errar por el mundo y hacer pecar a los incautos. Al
amanecer, cuando sonase el repique llamando a misa, correría a su ratonera sin
mirar hacia atrás y escondiendo el rabo entre las piernas». El demonio sabe,
por viejo y por diablo, que donde está nuestro tesoro ahí está nuestro corazón.
Por eso, en el momento en que el herrero ha perdido la esperanza, el diablo le
ofrece satisfacer su deseo más profundo. Vakula cede y el diablo se ríe, se
alegra de haber vencido al herrero pero también «calculando el asombro de toda
la caterva infernal». Y es que hay que destacar que en el relato conviven con
gran naturalidad y confianza los seres sobrenaturales (diablo, brujas) y los
asuntos humanos. Lo natural y lo sobrenatural forma parte de un mundo común; de
ahí que en brujas y demonios podamos ver las mismas pasiones y galanterías,
fortalezas y debilidades, que entre los humanos, así dice: «¡Qué bien arreglado
está todo en nuestro mundo! Sus habitantes se esfuerzan en imitarse unos a
otros».
El diablo tiene también su punto
débil. Y el astuto herrero lo encuentra y consigue hacer que el demonio trabaje
para él de modo que, finalmente, es Vakula «quien engañó al enemigo de la
especie humana».
Al final, que es el principio, es
un relato de Nochebuena, el día en que los hombres recuerdan que Dios ha nacido
y sigue confiando en nosotros. Reina, pues, «la alegría de los días de fiesta».
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