Bloy: El arraigo en el Absoluto
Manuel Ballester
Si el desarraigo es uno de los rasgos esenciales de nuestro
tiempo, quizá sea oportuno leer a Léon Bloy (1846-1917). Encontrarse con él es
siempre un acontecimiento memorable en la vida de un lector auténtico porque,
si bien es cierto que «pocos hombres son
capaces de mirar su abismo», Bloy se
sumerge en el suyo y arrastra con él al lector.
Bloy muestra que, a pesar del vértigo, el abismo es la realidad auténtica del ser humano. Convive familiarmente con el abismo, al que llama infinito, misterio y Absoluto. Es, en suma, Peregrino del Absoluto (1914).
El influjo de Bloy ha sido
grande. Borges señala que es uno de los siete autores que “forman el censo
heterogéneo de los autores que continuamente releo”.
Por citar sólo un ejemplo más, cuando Jorge Bergoglio,
convertido en papa Francisco, pronunció su primera homilía (Jueves, 14 de marzo
de 2013), se refirió a Bloy en el siguiente sentido: «Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si
no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG
asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. […] Cuando no se confiesa a
Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: “Quien no reza al
Señor, reza al diablo”».
Autor de dos novelas (El
desesperado, 1887 y La mujer pobre,
1997) así como de una amplia obra ensayística, diarios, relatos, cuentos,
artículos y, finalmente, una interesantísima correspondencia (de la que cabe
destacar Cartas a mi novia), considera
La mujer pobre como su obra cumbre.
Clotilde Maréchal es la mujer pobre, la pobre mujer que se
ve envuelta por penosas circunstancias familiares y sociales, conducida hacia
los estratos más bajos de la miseria y la degradación.
Con este personaje, Bloy retoma los temas típicos de la
novela del XIX. Lleva, por decirlo así, a Clotilde hasta su abismo, hasta la
desesperación. Por eso, Clotilde tropieza, cae, sufre. Sufre y se ve perdida.
Asume su miseria. Siente que no puede más, que no vale la pena luchar ya que no
es más que una «pobre perrita perdida a
quien nadie reclamará. Tu destino, ya lo ves, es sufrir»; y así se ve ella: «Mi
existencia es un campo triste donde siempre llueve…».
Clotilde toca fondo.
Entre los muchos aspectos que merecen destacarse en Bloy, señalemos
lo que podríamos denominar la teoría del “contrapeso”. Así, al describir al
lamentable padrastro de Clotilde señala que «pertenecía,
sin ninguna duda, a esa línea ideal de pillastres que la Providencia instituyó,
desde el origen, para equilibrio de los Serafines».
Clotilde toca fondo. Y en ese momento, en esa precisa situación,
aparece el contrapeso. En ese momento, el artista que inicia su salvación
reconoce en ella a «la poetisa de la
Humildad» y así la presenta a Cain
Marchenoir, trasunto del propio Bloy, protagonista de El desesperado pero que aquí sólo acompañará a Clotilde breve y
amistosamente. Marchenoir, incapaz de pronunciar una palabra ociosa o zalamera,
ante el abismo de miseria en el que yace Clotilde, ve más profundamente y
sentencia: «usted es lo más grande que
hay en el mundo».
Marchenoir no será, no puede ser, el compañero de Clotilde.
Pero ella tendrá compañero y familia. Será acogida, valorada y amada. Y, a su
vez, será acogedora y amante. Tendrá vida e irá haciéndose fuerte, aprenderá a
afrontar los reveses.
La mujer pobre
muestra todo eso. Muestra el sufrimiento. Y su sentido. Muestra el abismo de la
miseria y la posibilidad de sobreponerse. Muestra, en suma, cómo (desde el
misterio, el infinito, el Abismo) se ve con claridad la variedad de
circunstancias de la vida.
Sólo cuando Clotilde ha naturalizado su realidad ante el
Absoluto, puede decir que «sólo hay una
tristeza, la de no ser santos; Il n’y a
qu’une tristesse […] c’est de N’ÊTRE PAS DES SAINTS…».
Publicado en Aleteia el 21 de febrero de 2022:
https://es.aleteia.org/2022/02/21/descubre-a-leon-bloy-el-poeta-catolico-del-abismo/
Puede verse el prólogo de La mujer pobre en otra entrada de este blog:
http://lamanodenieve.blogspot.com/2013/02/prologo-la-mujer-pobre-de-leon-bloy.html
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