Ser adulto implica adquirir la capacidad de gestionar la propia vida, tomar
decisiones por uno mismo y dirigir el propio camino. En otras palabras, la
madurez va de la mano de la independencia y de la habilidad para cumplir los
propios objetivos.
Por el contrario, la infancia está marcada por la necesidad del otro, por la
dependencia. Esto nos coloca en una constante deuda, o dicho de otro modo, en
un estado permanente de gratitud y apertura.
Algo de esto le entiendo a Chesterton cuando dice que
"La prueba de la felicidad es la gratitud;
The test of all happiness is gratitude; and I
felt grateful, though I hardly knew to whom.",
Chesterton, Ortodoxia, IV: Ética en el país de los elfos.
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