jueves, 3 de octubre de 2024

Vacío y promesa; Rulfo y Saint-Exupéry

La llanura árida, el secarral, es abrasador e infecundo. Tanto da que se hable de paisajes físicos o espirituales.

Algo de esto le entiendo a Juan Rulfo cuando escribe:
«¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh? […]
No, el llano no es cosa que sirva»,
Rulfo, El llano en llamas; Nos han dado la tierra, 113.

También es abrasador el desierto en el que cae el Principito, pero Saint-Exupéry escribe:
«Lo que embellece al desierto –dijo el principito– es que esconde un pozo en algún lugar;
Ce qui embellit le désert, dit le petit prince, c'est qu'il cache un puits quelque part...»
Saint-Exupéry, El principito, cap. 24.

Mientras que Rulfo ve un paisaje árido y desolador, sin utilidad aparente, Saint-Exupéry subraya que incluso el lugar más estéril puede esconder algo valioso. Así como un desierto físico puede parecer vacío pero albergar un pozo oculto, los desiertos espirituales pueden contener una fuente de vida y sentido, si sabemos dónde y cómo buscar.

Tal vez la vida misma sea así: a veces se siente como un llano infecundo, pero siempre existe la posibilidad de que esconda un pozo, un sentido, una esperanza en algún lugar.

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