jueves, 6 de mayo de 2021

En el bazar de Harry

 




 Historia de una gaviota y... 11

 

 

6 y 7. En el bazar de Harry

 

Sabelotodo vive en un lugar fascinante. El bazar de Harry acogía todos los trastos que su dueño había ido consiguiendo a lo largo de sus viajes de puerto en puerto. El bazar era inmenso y para visitarlo había que pagar entrada.

Harry tenía dos mascotas: «Matías, un chimpancé que ejercía de boletero y vigilante de seguridad […], bebía cerveza y siempre intentaba dar cambio de menos», y Sabelotodo, «un gato gris, pequeño y flaco, que dedicaba la mayor parte del tiempo al estudio de los miles de libros que allí había».

Y eso es todo lo que se nos dice en este capítulo respecto a Sabelotodo: que dedicaba su tiempo al estudio. Sabemos, por eso han venido los gatos a consultarle, que es una autoridad. Y una autoridad por encima de Colonello que, como vimos, gozaba de prestigio y «talento para aconsejar».

Encuentran a Sabelotodo alterado, malhumorado porque unos ratones «se han comido una página entera de un atlas». Zorbas lo tranquiliza y le expone el motivo de su visita.

Sabeloto acude a la enciclopedia, el compendio del saber, para averiguar todo lo que pueda sobre las cuestiones clave: Gaviota y petróleo. Pero el saber enciclopédico, aún siendo verdadero, no «les llevó a saber cómo ayudar a la gaviota».

El problema al que se enfrenta inicialmente Zorbas es qué hacer con la gaviota agotada, exhausta y sucia, impregnada de petróleo. El gato no sabe qué hacer. Nunca antes se había encontrado en una situación similar: carece de experiencia que, como es sabido, es una fuente de conocimiento para quienes son capaces de aprender (los hay que tropiezan varias veces en la misma piedra).

Zorbas quiere ayudar a la gaviota. No sabe y, por eso, sale en busca de quienes pueden aconsejarle porque saben más. En primer lugar, Colonello, un gato con prestigio que tiene un saber peculiar, que clarifica el objetivo pero no sabe cómo llegar a la meta; siendo importante, no basta con eso. Se acude entonces al saber de Sabelotodo, un saber enciclopédico, un saber que es más riguroso, más exacto y más amplio que la experiencia: es el saber científico.

El saber científico delimita objeto y método, es decir, se limita a un sector de la realidad (los vivientes, los campos magnéticos, los vegetales…) y, en ese conjunto de objetos investiga siguiendo un procedimiento estandarizado, siguiendo un método. Podría decirse mucho respecto a esa doble reducción pero prefiero señalar que, en cualquier caso, la ciencia sólo puede descubrir algo que ya estaba ahí previamente, esperando el genio que lo descubra. Siempre estuvieron ahí la gravitación, los principios de la termodinámica, las fuerzas atómicas y la relación entre catetos e hipotenusa. La ciencia se trata con verdades “descubiertas”, con realidades que dormían esperando la mirada inteligente que supo verlas.

La gaviota como objeto de ciencia, que es a lo que llega Sabelodoto, es un problema que consiste en descubrir lo que daña a la gaviota y encontrar la ley que permite sanarla: si es hambre, comida; si es cansancio, reposo; si es petróleo, quitamanchas.

No parece que ese enfoque toque los problemas específicos de las “cosas humanas”. Pero, de momento, es lo único que tienen. El avance es que ahora saben ya cómo quitar el petróleo. Hay algo que pueden hacer, que no es poco.

Y se ponen en marcha.

3 comentarios:

  1. Al final, todo habita en el principio, es decir, todo el magnífico viaje hacia ese futuro en el que presentimos el latir exitoso y desbocado del final no es sino un continuo regreso al principio, de él tomamos una verdad inmutable y con ella acuestas desandamos el camino y la depositamos allí donde la necesitamos para seguir avanzando hacia un futuro que no está, como pomposamente creemos, al final, sino en el principio.
    Es cierto que toda certeza está ahí, pero no es menos cierto que con cada una de ella avanzamos en un elemento que quizá no esté, la incertidumbre a que ese nuevo hallazgo nos impele.
    Gracias, Manuel, por esa invitación a pensar.
    Un fraternal abrazo.

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    1. Sí. Todo está en el principio, que es cuando fuimos amados sin haber hecho nada para merecerlo. Eso lo descubre Antígona, que hemos nacido para el amor.
      Y la traducción es que el mal está ya vencido.
      Un abrazo

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  2. Al final, todo habita en el principio, es decir, todo el magnífico viaje hacia ese futuro en el que presentimos el latir exitoso y desbocado del final no es sino un continuo regreso al principio, de él tomamos una verdad inmutable y con ella acuestas desandamos el camino y la depositamos allí donde la necesitamos para seguir avanzando hacia un futuro que no está, como pomposamente creemos, al final, sino en el principio.
    Es cierto que toda certeza está ahí, pero no es menos cierto que con cada una de ella avanzamos en un elemento que quizá no esté, la incertidumbre a que ese nuevo hallazgo nos impele.
    Gracias, Manuel, por esa invitación a pensar.
    Un fraternal abrazo.

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