El amor, la alianza y el orfebre
Manuel Ballester
Cuando Karol Wojtyla (1920-2005) es ordenado sacerdote
(1946), Polonia está ya bajo dominio comunista. Obtiene en Roma el doctorado en
teología bajo la dirección de Garrigou-Lagranje sobre El acto de fe en la doctrina de San Juan de la Cruz, con tal motivo
profundizará en el conocimiento del español y del tomismo. De vuelta a Cracovia
(1948) mantiene su actividad sacerdotal y obtiene la habilitación para ejercer
la docencia en la universidad en la que defendió su tesis doctoral en filosofía
(1954) sobre la concepción ética de Max Scheler. De su conocimiento del tomismo
y de la fenomenología surgirá, como es sabido, un enfoque filosófico que
quedará plasmado en obras como Amor y
responsabilidad (1960) y Persona y
acción (1969).
La maduración intelectual del que sería el Papa Juan Pablo
II es simultanea con la preocupación pastoral de un joven sacerdote y
profesor universitario que está en contacto próximo con gente joven, chicos y
chicas con los que comparte caminatas por el monte y confidencias, sacramentos
y excursiones.
Fruto de su formación académica (filosófica y teológica, tomista y fenomenológica), de su afición a la literatura y de su preocupación pastoral escribirá El taller del orfebre (1956) que publicará bajo el pseudónimo de Andrzej Jawien (1960). En ella aborda la cuestión de las relaciones familiares.
Se sirve de un peculiar orfebre ante el que desfilan en
momentos distintos tres parejas. Todos los personajes pasan por «aquella
extraña tienda» en la que el orfebre desempeña su actividad. Ante él
comparecen, hablan y escuchan, miran y ven. Sobre el presente y el pasado. Sobre
el temor y el amor. Sobre la vida y sus posibilidades. Sobre los símbolos y la
realidad del matrimonio. Sobre lo que los hijos llevan de sus padres. Sobre lo menudo
(«Andrés es más alto que yo […] tendré que comprarme unos zapatos de tacón alto»)
y lo grandioso.
Son «cosas sabidas». El orfebre no pretende deslumbrar sino
provocar la reflexión. Desde la ilusión. Desde el temor. Desde el dolor de la
ruptura. Desde la muerte de la persona amada. Desde las múltiples situaciones
reales en que se encuentran tantas relaciones familiares exitosas o rotas.
El orfebre trabaja con metales preciosos para producir
belleza: Joyas diversas, aros y anillos de todo tipo… También de esos anillos
que se llaman alianza, uno de esos «objetos que pueden inducirnos a reflexionar
sobre el destino». La alianza es sinónimo y realidad de pacto, compromiso y
unión. Cuando un hombre le ofrece la alianza a una mujer lo hace para que tenga
siempre al alcance de la mano la promesa que él ha asumido como tarea: amarla y
cuidarla; cuando la mujer pone la alianza en manos del marido lo hace para que
no olvide que el amor ha fundido el destino de los dos.
Ante el orfebre comparece una mujer herida, con «su amor
roto y dolorido», tras el naufragio de un pacto descompuesto. En esta
situación, su anillo le resulta inútil, le molesta. Intenta venderlo; al menos
obtendrá lo que valga el metal. Pero este orfebre, como sabemos, es muy
peculiar: «“esta alianza no pesa nada, la balanza siempre indica cero y no
puedo obtener de aquélla ni siquiera un miligramo. Sin duda alguna su marido
aún vive- ninguna alianza, por separado, pesa nada- sólo pesan las dos juntas.
Mi balanza de orfebre tiene la particularidad de que no pesa el metal, sino
toda la existencia del hombre y su destino”». El orfebre pone ante sus ojos la
constatación de lo que supone el amor roto, la vivencia del fracaso de una historia
(una historia que hablaba de dos vidas que son una).
El amor nos sitúa en un plano superior de la existencia. Reclama
lo eterno y absoluto aunque toda vida humana es temporal y relativa. Nuestra
vida ¿no «parece demasiado breve para el amor»? Y eso da vértigo, miedo.
Hay vidas en las que el amor, «despojado de dimensiones
absolutas, arrebata a los hombres como si fuera un absoluto. Se dejan llevar de
la ilusión y no tratan de fundar el amor en el Amor, que sí posee la dimensión
absoluta […] el amor entonces no soporta el peso de la vida».
Hay vidas, también, en las que «el amor fue más fuerte que
el miedo».
«El hombre no basta» para saciar la sed de infinito. Aunque
no hubiera un absoluto, nos recuerda Simone Weil, seguiríamos anhelándolo con
todas nuestras fuerzas y sería criminal intentar convencer al hombre de que su
deseo es falso.
Este tipo de verdades, de «cosas sabidas», son las que
desfilan ante el escaparate del taller del orfebre.
Publicado en Aleteia, 27/06/2021:
https://es.aleteia.org/2021/06/27/el-libro-oculto-de-san-juan-pablo-ii-el-amor-la-alianza-y-el-orfebre/
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