Dar la batalla a la realidad es necesario, a veces. Es divertido, siempre.
A propósito de Javier Corbalán,
Creatividad. Desafiando la incertidumbre, Prisacolecciones, 2022.
Manuel Ballester
El ser humano es algo fascinante. Al parecer estamos suficientemente
dotados no sólo para sobrevivir sino para vivir y vivir bien. Para bajar de los
árboles, pintar las cuevas, construir las pirámides, los rascacielos y los
cohetes espaciales. Este tránsito que Kubrick muestra magistralmente en la
célebre escena inicial de 2001, odisea
del espacio y que es un algo que impulsa al ser humano a no resignarse ante
lo que hay. Se debe a algo que los psicólogos están estudiando desde hace
setenta años bajo el nombre de creatividad y que es más fácil de identificar que
de definir.
Javier Corbalán, en Creatividad.
Desafiando la incertidumbre recoge un
amplio abanico de definiciones que son expresión de que el asunto interesa y de
que ha sido visto desde múltiples perspectivas ya que cada definición mira la
creatividad desde un ángulo y, por eso mismo, subraya un aspecto relevante.
Pero necesitamos un punto de apoyo. Podría ser este: creatividad es la «tendencia a “presentar batalla” a la realidad y a no darla por buena sin más» (pp. 42-43).
Las
preguntas surgen a borbotones: ¿se nace o se hace? ¿es algo de todo el mundo o
sólo de los genios? ¿sólo los artistas o en cualquier ámbito? ¿se confunde con
la inteligencia, es un aspecto suyo y, por tanto, a mayor inteligencia mayor
creatividad? ¿qué pasa con el ámbito afectivo del creativo? más aún, ¿hay
creatividad en el ámbito emotivo?
El
libro no elude ninguna de estas y otras cuestiones que han ocupado a los
expertos en los últimos tiempos. Supone una magnifica introducción divulgativa
a la cuestión: es un primer paso para hacerse cargo de la historia del problema
y del status quaestionis, de la
situación actual de la investigación sobre creatividad.
Por referirnos a alguna de los asuntos indicados, podemos
recordar lo que Descartes dice del bon
sens, que es «la cosa mejor repartida del mundo: todos piensan que
están bien provistos»
y con la creatividad podría pasar algo así: todos somos creativos. Esto parece
ser así ya que, señala Corbalán, todos somos creativos, pero unos somos más
creativos que otros. Hay, por decirlo así, una creatividad cotidiana,
doméstica, pero hay también una creatividad extraordinaria tanto por el objeto
sobre el que se ejerce cuanto por las consecuencias que reporta para la
historia humana.
Y es
que es un rasgo ingénito, se nace con él, pero no todas las posibilidades con
las que nacemos acaban desarrollándose y desplegando su plenitud. Hay, por
decirlo con términos actuales, nurture
and nature, naturaleza y crianza: se nace con disposición a la creatividad
pero se requiere también un estímulo externo, la célebre “mano de nieve” de la
rima de Bécquer, que tense la cuerda y la haga vibrar armónica, bella y
eficazmente. Necesitamos que la realidad se ponga ante nosotros y emprendamos
la batalla.
Necesita
el creativo, en suma, que la realidad no se presente como algo cerrado,
clausurado, bueno o malo pero inamovible. No, lo que hay es lo dado (el dato
que anhela la mentalidad torpemente científica) pero lo que hay sólo es una de
las posibilidades de lo real. Hay, en ese sentido, un punto de especial
interés: la distinción entre inteligencia y creatividad. Podría la creatividad
ser una modalidad de inteligencia o podría (así parece enfocarlo la psicología
actual) ser algo distinto, un impulso hermano, cercano, humano.
Si
fuera un tipo de inteligencia podríamos mantener la caracterización típica de homo sapiens y el impulso humano se
llamaría creación cuando se enfrenta a la incertidumbre (a lo abierto, a los
caminos aún no transitados) y se llamaría inteligencia o razón cuando su objeto
fuese otro. Faltaría aún el aspecto conativo del homo sapiens, faltaría entonces una definición del ser humano como
la que da Aristóteles cuando lo caracteriza como inteligencia deseante o deseo
inteligente. Porque el deseo, eso sí, tiende a lo abierto, a lo que no se
posee; y si el deseo es inteligente y humano, tiende a lo que no está pero
podría estar. Y algo de esto es el hombre y el hombre creativo, valga la
redundancia.
Esa tendencia tan humana es también, según parece,
susceptible de ser medida. Que
el libro vale la pena se acredita también porque el autor, profesor de
Psicología de las diferencias individuales en la Universidad de Murcia (España)
es experto en evaluar la creatividad.
Es una obra divulgativa, interesante y divertida. No podía
ser de otro modo si es verdad, como afirma Einstein, que «la creatividad es la inteligencia divirtiéndose».
Publicado en Letras de Parnaso, nº 78, Año VIII (II Etapa), febrero 2023, pp. 46-47:
en pdf:
http://www.los4murosdejpellicer.com/EdicionesyPortadasPD/Edicion%2078.pdf
en formato libro:
https://es.calameo.com/read/0005525926756e6796099
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