Nuestra infancia es nuestra patria, nuestro (¿perdido?) paraíso.
La infancia es confiar en que quien nos quiere estará siempre ahí para celebrar con nosotros o para que el tropiezo sea menos severo.
Y el niño es el que está en el culmen de Zaratustra, tal como lo ve Nietzsche; o el Principito, tal como lo ve Saint-Exupéry. Porque... Si no os hacéis como niños...
En esa línea entiendo lo que Unamuno pone en boca del Tenorio:
«¡Qué antiguos son los niños!, ¡los antiguos dioses inmortales!»,
Unamuno, M., El hermano Juan o el mundo es teatro, Acto III, Escena 2, 115; Escena 9, 134
No hay comentarios:
Publicar un comentario