Presenciar y sufrir el mal, el oprobio y la injusticia nos convierte en humillados y ofendidos. Y eso es malo, claro.
Pero puede ser peor si le concedemos al ofensor infame el
poder sobre nuestro ánimo.
Algo de esto le entiendo a Manzoni cuando dice:
«Los provocadores, los
tiranos, todos los que, de un modo u otro, ofenden al prójimo, son reos, no
sólo del mal que cometen, sino también de la perversión que llevan al ánimo de
los ofendidos»,
Manzoni, A., Los novios (I promessi sposi), II
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