Que no controlamos los aspectos más esenciales de nuestra vida se hace más evidente cuando las cosas van mal.
Todos sufrimos, por distintos motivos. Pero hay distintos modos de afrontarlo.
Quizá por eso
Manzoni dice lo que dice:
«la embargó tal angustia, que deseó morir. Mas en aquel
momento recordó que podía al menos orar, y junto con ese pensamiento, brotó en
su corazón como una repentina esperanza
fu vinta da un tale affanno, che desiderò di
morire. Ma in quel momento, si rammentò che poteva almen pregare, e insieme con
quel pensiero, le spuntò in cuore come un’improvvisa speranza»,
Manzoni, Los novios, XX, 380.
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