La realidad esencial, en la que estamos y somos, nuestro hogar es, si hemos de creer a Rilke, un mundo interpretado (gedeuteten Welt).
Vivimos en el mundo que somos capaces de pensar, con el peso que damos a la realidad, nuestra vida, nuestra muerte, y el sentido de todo esto.
Algo de esto le entiendo a Houellebecq:
«Para el occidental contemporáneo, incluso cuando se encuentra bien, la idea de la muerte constituye una especie de ruido de fondo que invade el cerebro cuando se desdibujan los proyectos y los deseos. Con la edad, la presencia del ruido aumenta; puede compararse a un zumbido sordo, a veces acompañado de un chirrido. En otras épocas el ruido de fondo lo constituía la espera del reino del Señor; hoy lo constituye la espera de la muerte. Así son las cosas»,
Houellebecq, Las partículas
elementales, I, 14
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