Demian, guía para la
elección del destino
Manuel Ballester
Es frecuente
pensar que triunfar en la vida tiene que ver con la autenticidad, con ser fiel
a uno mismo, a lo que brota de nuestro interior.
Herman
Hesse toma ese punto de partida para mostrar que el asunto de cómo hay enfocar
la vida no es tan sencillo. Abre así su célebre Demian:
«Tan sólo quería intentar vivir lo que surge de mí ¿Por qué tenía que resultarme tan difícil?».
Demian: Die Geschichte von Emil Sinclairs
Jugend (1919)
apareció con seudónimo y se presentó como una autobiografía, la de Emil
Sinclair. Recibió el premio Fontane,
reservada a escritores principiantes. Herman Hesse (1877-1962) renunció al
premio, ya que en ese momento no era precisamente un autor novel: contaba ya
con varias novelas, cuentos y poemas.
Este hecho ha dado lugar a
especular cuánto de Hesse hay en Sinclair. Quizá mucho. Pero lo que interesa
ahora es cuánto de nosotros, lectores actuales, hay en el relato. Estamos, de
entrada, ante un niño que ve llegar la vida desde el hogar familiar y va dando
pasos hacia la madurez. Algo de esto hay en todos.
El cálido y luminoso hogar
familiar es el lado bueno del mundo, la parte del camino de la vida en la que
todo y todos cooperan para facilitar la felicidad. Por eso, en cierto sentido,
siempre añoramos ese paraíso y siempre buscamos el camino de vuelta a casa;
porque allí está la felicidad.
Pero fuera del hogar hay otro
mundo: el colegio, los compañeros, los juegos y los peligros. Y las relaciones
de dominio. Por vanidad, por timidez, el pobre Sinclair miente. Una pequeña
mentira, nada más. No habría ido a más. Pero Franz Kromer, un niño malvado,
encuentra ahí un punto de apoyo para dominarlo y el chantaje le obliga a
cometer pequeños robos en casa. Son minucias pero provocan que su mundo se
desplome: «Nunca,
en toda mi vida, he sentido la desdicha tan cerca del corazón; nunca he sentido
mayor desesperanza ni mayor dependencia». No es el valor de lo robado, sino la
rotura de la confianza de los padres, el saberse indigno del amor con que le
tratan… le duele la celebración de la Navidad. Se considera expulsado del
paraíso. La pérdida de la inocencia es dolorosa y evidencia que se ha apartado
del lado luminoso de la vida o, lo que es lo mismo, que ha dejado de ser fiel a
sí mismo. Y eso no son minucias.
Demian, quizá el guía fundamental que la vida pone a disposición de
Emil Sinclair, lo explica así: «Alejarte de ti mismo es pecado; Von sich selber Wegkommen ist Sünde». Y la perfección, la santidad,
se halla en nuestro interior. Se refiere a Novalis y a Nietzsche, como podría
remitir a Jung, porque lo que se opone al pecado y la degradación es prestar
atención, ser conscientes de que «dentro de nosotros se encuentra uno que todo lo sabe; in uns drinnen einer ist, der alles weiß!».
El mundo no es un caos anárquico: es cosmos, es un orden
cosmético, es un plan bello. En
ese plan, hay un lugar y un sentido para cada uno: esa es su tarea en la vida,
su sentido y su meta. Misión que, por una parte, hay que descubrir: es una
misión recibida; igual que las aves han nacido para volar y tienen que aprender
a hacerlo pero no deciden que esa es su tarea. Igual, el hombre, cada uno,
tiene su misión. Para eso ha nacido, ahí está su felicidad y tiene que
descubrirla, no inventarla.
Encontrará
ayudas y zancadillas. Contará con guías. Pero el camino de mi vida deja atrás a
mis guías, los sobrepasa y sólo a mí me es dado transitarlo.
Es
bonito pero, como se ve, no es tan fácil descubrir para qué hemos nacido y cómo
tener éxito. Buena parte de Demian
profundiza en este sentido.
Apunta,
además, a una dimensión que también tiene gran importancia.
No
estamos solos. No somos individuos aislados, aunque en el camino hacia sí mismo
hay que atravesar el desierto de la soledad. Sólo quien sabe encontrarse a sí
mismo en la soledad será capaz de ser fiel a sí mismo cuando coincida con otros
hombres, cuando sienta la tentación de olvidarse de sí mismo en las costumbres
de la masa.
Europa es nuestra civilización y nuestro mundo nutricio. Ahí vivimos, nos movemos y
existimos. Europa parece ir en dirección opuesta: «hay formación de grupos y
manadas, pero no hay por ningún lado libertad y amor».
El
centro del relato y del sentido del mundo es cada persona. El mundo, la
naturaleza y la historia, es el contexto en el que se despliega o fracasa lo
más grande: cada persona, que es «un intento precioso y único de la naturaleza;
deren jeder ein kostbarer,
einmaliger Versuch der Natur ist».
¿Qué
será de la comunidad humana, qué ocurrirá con nuestra atacada y debilitada Europa?
Demian apunta a que «El mundo quiere
renovarse. Huele a muerte. No hay nada nuevo sin la muerte».
Constata una singularidad importante: hay pocos capaces de
vivir a la altura de sí mismo, a la medida de la grandeza de un ideal. La
guerra muestra que, por el contrario, muchos capaces de morir por un ideal.
Demian, el quasi-sacerdote Pistorius, Frau Eva («la madre de todas las criaturas»),
ser guiado y guiar a otros, y Abraxas (la divinidad auténtica, que integra el
bien y el mal, la luz y la oscuridad, «lo divino y lo demoniaco; Das
Göttliche und das Teuflische»). Lo divino en nosotros o «el dios que debemos buscar».
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