jueves, 11 de abril de 2024

Soledad y madurez

Madurar, crecer, supone alejarse del hogar protector para conquistar el mundo exterior.

Eso puede hacerse renegando del origen (“matar al padre” lo llama Freud) o asumiendo la tradición para vivificarla y vivir de la riqueza que nos han legado. En el primer caso, se siente el desarraigo (l’enracinement, que diría Weil); en el segundo, las raíces profundizan y permiten que las ramas lleguen más lejos.

Algo de esto le entiendo a Hesse:

«Todo el mundo tiene que dar el paso que le separa de su padre y de sus profesores; todo el mundo tiene que sentir algo de la dureza de la soledad, aunque la mayoría de la gente no puede soportarla mucho y pronto vuelve a esconderse;

Jeder muß einmal den Schritt tun, der ihn von seinem Vater, von seinen Lehrern trennt, jeder muß etwas von der Härte der Einsamkeit spüren, wenn auch die meisten Menschen wenig davon ertragen können und bald wieder unterkriechen»,

Hesse, Demian, 152

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