La libertad brota de la captación de que nuestra vida y
nuestro mundo no están gobernados por las leyes de la necesidad; por el
contrario, hemos de entretejer creativamente
los elementos de necesidad presentes en nuestra vida con las múltiples
posibilidades que se nos abren. Junto a esa dimensión de la construcción de sí
mismo que podíamos denominar ética, hay que tener en cuenta que el hacerse
humanos se da en la relación con los demás. O, lo que es lo mismo, que ese
proceso íntimo es la vida de un ser que vive en una sociedad que lo acoge y lo
juzga.
En su huída, Pinocho choca con la autoridad, que se deja
llevar por los dimes y diretes del entorno. Todos estos factores unidos
ocasionan que el inocente sea castigado: la sociedad pronuncia su veredicto y
Geppetto es enviado a la cárcel. El relato suscita pena por el pobre Geppetto.
Nos entristece, lógicamente, ver cómo se castiga a un inocente; pero ¿es
inocente? En cualquier caso, ¿de qué?
Paternidad: eso se le atribuye. Geppetto es responsable de
haber originado a Pinocho. La creación del muñeco supone haber aceptado ser
padre. ¿Qué tipo de fechoría es la paternidad?
Si el hombre es un ser abocado a la muerte (Sein zum Tode, al decir de Heidegger),
entonces la paternidad es un acto odioso mediante el cual se trae estúpidamente
a otro ser a este corredor de la muerte que es la vida. Si el mundo carece de
sentido y sobre él sólo nos es dado captar deconstruidos fragmentos que el
intelectual de nuestro tiempo balbucea en microrrelatos, entonces la paternidad
es un acto cruel mediante el cual se arroja a un pobre ser a una existencia
desgarrada. Si la vida es un absurdo, entonces la paternidad es un acto brutal
mediante la cual se abandona al nacido a una existencia desarraigada, sin esperanza
ni horizonte. Y su conciencia infeliz sólo puede aspirar a darse cuenta de que
“el delito mayor del hombre es haber nacido” y por ese delito sufrirá condena
perpetua.
¿Qué tipo de monstruo engendraría a un hombre, a un niño,
obligándolo a una vida semejante? Por eso, la misma sociedad en que Camus (Le mythe de Sisyphe) veía esparcida la
sensibilidad absurda por doquier porque no ha planteado a fondo la cuestión
fundamental, es decir, el problema de si “la vida vale o no vale la pena ser
vivida”; esa misma sociedad, digo, encuentra a Geppetto culpable de la
acusación de paternidad. Ese mundo, esa sociedad, no puede juzgar de otro modo:
la paternidad aparece ahí o como una maldad o, al menos, como una
inconsciencia, algo que no ha sido pensado ni querido, una necesidad y astucia
de la especie (Schopenhauer) a la que algunos individuos especialmente pícaros
pueden escapar. En ese mundo, la paternidad es odiosa o estúpida: voluntario o
involuntario, pero delito siempre.
¿Es ese el único mundo posible? No lo piensa así, entre
otros, Wittgenstein cuando señala que “el mundo del que es feliz es diferente del
mundo del que es infeliz (Tractatus,
6.43) die Welt des Glücklichen ist eine
andere als die des Unglücklichen”. Ese
mundo ha condenado a Geppeto, considera la paternidad como un delito. Pero
Geppeto, ya lo vimos, no vive en el mundo de maese Cereza.
La paternidad puede significar también que se ve al hombre
como un ser que puede, sí, malograr su existencia pero también plenificarla: si
no pudiera fracasar vitalmente, el hombre no sería realmente libre; si la
posibilidad de hundimiento no fuese tan real como la posibilidad de triunfo,
entonces la libertad no sería real. Desde esta perspectiva se ve el mundo como
deficiencia y opresión, sí, pero también de otro modo porque hay «mucha más
felicidad en el mundo de la que ven unos ojos sombríos» (Nietzsche, F., Humano,
demasiado humano). Y en este otro
mundo, la paternidad significa que se tiene ilusión, que se concibe la vida y
el mundo como dotados de sentido; la vida como una aventura y el mundo como una
realidad perfeccionable. Y se llama a la existencia a otros, a los hijos, para
bregar, para disfrutar del éxito logrado con el propio esfuerzo enfrentándose
al mundo, la vida y el futuro arraigado en la confianza en sí mismo,
porque «el que no cree en sí mismo, miente siempre:
Wer sich selber nicht glaubt, lügt immer» (Nietzsche, Así habló Zaratustra).
Paralelamente, el
hijo volverá la mirada hacia su origen. Y, según su visión de su puesto en el
mundo, mirará a su padre reconociendo la gratuidad con que le ofreció la vida y
le brindó las mejores posibilidades y esa mirada agradecida es lo que los
romanos denominaron pietas, veneración del origen. También cabe una
mirada impía, un ajuste de cuentas, un sentir el peso del pasado como un lastre
y pensar que sólo librándose del padre se alcanzará la libertad; Freud habla de
la necesidad de “matar al padre”, pues en la modernidad sólo el huérfano, el
que no carga con el lastre del pasado, es libre. Así, en cierto sentido, la
modernidad ha transitado desde la veneración (la pietas) al parricidio
emancipador en la idea de que sólo el individuo sin pre-supuestos, sin deudas,
puede forjar su identidad. De la nada, ser un nuevo comienzo pero sin origen.
Lo problemático será, entonces, que ese individuo sin origen no podrá ser
padre, no podrá ser origen de otro ser y esperar que el hijo sí acepte lo que
él rechazó respecto a su padre. Contradicción vital del sentir moderno que aquí
sólo queda aludido, pero que a buen seguro es planteado en su radicalidad por
quien quiera comprender el mundo en que vivimos.
Pinocho deja que su
padre sea conducido a la cárcel cuando una sola palabra suya habría librado a
Geppeto. Pero Pinocho sólo piensa en sí mismo, en seguir con su propia vida, de
modo que en cuanto pudo “se libró de las garras de los guardias y salió
corriendo a través de los campos” (capítulo 4). Sin los consejos del padre, sin
la guía de la sabiduría madura, ¿hacia dónde se dirigirá?
No adelantemos el
ritmo que marca el maestro Collodi. Así concluye este tercer capítulo: “Lo que
sucedió después es una historia increíble, y os la contaré en los siguientes
capítulos”.
Manolo, falta una "d" en el siguiente párrafo:
ResponderEliminarTambién cabe una mirada impía, un ajuste de cuentas, un sentir el peso del pasado como un lastre y pensar que sólo librándose "d"el padre se alcanzará la libertad.
¡Caramba, qué precisión!
EliminarCorregido.
Gracias