Frente a Maese Cereza, Geppetto es un personaje de primera magnitud.
Se trata de un vejete vivaracho (vecchietto tutto arzillo); irritable (bizzosissimo), que se enfada y pasa a las manos con gran facilidad,
aunque después rápidamente jura amistad; con capacidad de grandes proyectos y
prontitud para ponerlos en práctica, lo cual incluye conseguir lo que necesita:
su entrada en el taller se debe a que necesita madera, pero no tiene, por eso
ha ido a pedirla a su amigo maese Antonio.
Interesa destacar que para quien ha conocido la historia de
Pinocho a través de fuentes no collodianas, la imagen de Geppetto es muy otra:
más bien aparece como un viejecito encantador, cariñoso, dulce pero con escasa
vitalidad. Esta imagen desvaída tiene, quizá, el propósito de dejar el
protagonismo al muñeco. Tiene el inconveniente de hacer pensar que para ser
creativos, con ilusión, ternura, etc. hay que tener una vitalidad algo
aletargada.
Por su profesión y el mundo en que vive, se asemeja
mucho a maese Cereza, pero ante el trozo de madera reaccionan de modo muy
diferente: vimos que maese Cereza simboliza al hombre vulgar, incapaz para lo
maravilloso, hundido en la rutina y, en ese sentido, próximo al hombre gris, a
la masa.
Por el contrario, Geppeto es un hombre con capacidad
para lo fantástico: quiere fabricarse «un bonito muñeco de madera; pero un
muñeco maravilloso, que sepa bailar, tirar de florete y dar saltos mortales.
Pienso correr el mundo con ese muñeco, ganándome un pedazo de pan y un vaso de
vino». Su relación con lo maravilloso es muy distinta a la de su amigo maese
Cereza: no sólo lo reconoce cuando se le presenta, sino que también es capaz de
anticiparlo, de preverlo y producirlo: de hacerlo real logrando así que la
realidad quede configurada por lo maravilloso. Por eso, ve lo maravilloso como lo
que realmente es, como un elemento “normal” de la vida: por eso cuenta con ello
para ganarse el sustento.
Es de destacar que se «requiere mucha imaginación y mucha
confianza en la propia capacidad artesanal para creerse capaz de liberar de un
tronco inerte un personaje animado y vivo» (Biffi, 36). Es importante señalar
que Geppetto no es en absoluto el símbolo del soñador inoperante; por el
contrario, vive con ilusión, pero es realista (ahora sí está bien empleado el
término, no aplicado al que sólo ve las peores posibilidades de lo real): capta
las mejores posibilidades de lo real y ve qué puede realmente aportar él cara a
la realización de esas posibilidades maravillosas, es decir, se conoce, conoce
sus propias posibilidades y la conexión entre sus posibilidades y las de las
cosas con las que entra en contacto: así se establece un campo de juego en un
nivel de creatividad muy alto; más tarde veremos que, de hecho, su trabajo es
digno de un «artista di genio» (Capítulo VIII).
Fruto de su visión de las mejores posibilidades de la realidad,
Geppetto tiene un proyecto, una ilusión: fabricar un muñeco maravilloso. Aristóteles
define la esperanza como el sueño del despierto y esa esperanza hará que
Pinocho sea. No basta la posibilidad, no es suficiente la madera adecuada, hay
que trabajar sobre esas oportunidades para arrancar la maravilla que estaba
esperando para hacerse real. En un sentido importante, Pinocho llega a la
existencia porque es querido: si Geppetto hubiese sido como maese
Cereza, Pinocho nunca habría existido.
El trozo de madera reconoce en Geppetto «al
destinatario adecuado, y lo saluda en el más antiguo e íntimo de los gestos de
reconocimiento: la insolencia» (Manganelli, 15).
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