sábado, 25 de mayo de 2013

Totalitarismo en la Universidad de Murcia





El último atentado de lo políticamente correcto contra la sensatez y, por tanto, la libertad ha sido una guía no sexista editada en Murcia, según cuenta La Opinión en su edición del viernes, 13 de enero de 2012.

Lo que hay en juego con esta manía que tiene la progresía de corregirnos es que quieren que vivamos en el mundo perfecto que esnifan con su ideología. Frente a este planteamiento tan torpe como legítimo se alzan otras visiones, tan legítimas como inteligentes, que sostienen que no se trata de si hablamos de miembros o miembras o de qué tienen o dejen de tener en la entrepierna. Se trata de lo que hacen las personas, de si sus acciones son loables o censurables.

Acabamos el año pasado preocupados con Ana Mato. No con lo que era, que ya sabemos que no es persona de cuota, sino con lo que decía. ¿Y qué dijo? ¿Por qué se turbó la delicada epidermis de la progresía? Lo que hizo fue condenar un asesinato. Pero, al condenar el hecho, va y suelta lo de la violencia en el entorno familiar. Pero esta buena mujer, a estas alturas de la alianza de las civilizaciones, ¿cómo osa no someterse a lo políticamente correcto? Mire usted, doña Ana, considere que la progresía le da mucha importancia a la palabra correcta, no vayamos a pensar que la izquierda es siniestra y no da una a derechas, diga la Rae lo que diga.

Luego vinieron las protestas de la Pajín y el opinar a favor o en contra, y hasta ha habido lugar para el ejercicio de la creatividad: unos, en vez de “violencia de género”, proponen “machista” o “sexista” o “de pareja” o alguna nueva, que de todo hay.

Y ahora nos quieren guiar, enseñarnos a hablar como si aún estuviésemos aprendiendo el idioma. Y ocurre que, según los lingüistas, son los propios autores y fautores, autoras y ayudantas de la Unidad para la Igualdad entre Mujeres y Hombres de la Universidad de Murcia los que necesitan aprender algo de gramática. Ya supongo que la tal Unidad debe ser legal, tanto como el desahucio por impago de hipoteca, pero puestos a recortar…

Mis felicitaciones al departamento de lengua. No por saber lo que sabíamos en primeros cursos de la escuela (y que otros y otras del órgano citado ignoran) sino por el valor demostrado.

La situación es preocupante: que unos expertos en lingüística tengan que armarse de valor para recordar las reglas de la lengua. Pero así es, y es que el gen totalitario que anida en el ADN de la progresía hace tiempo que se manifiesta en eso de la corrección política: es decir, en corregir a los que en vez de repetir sus formulitas propagandísticas, simplemente decidimos pensar y usar la lengua para entendernos. Porque a ver, ¿por qué no va a poder hablar uno de los ordenadores o las computadoras según le dé la realísima gana? Y ya el uso irá decantando el empleo mayoritario de uno u otra, o la convivencia de ambos términos. Pero, claro, es que el uso de los términos es algo que choca de frente con la progresía y ese gen que les nubla la vista; sin más, porque el uso de la lengua es lo más democrático que existe: ahí intervienen todos los hablantes, sin distinción de sexo, condición social o cultural; frente a eso, en las directrices de lo políticamente correcto no interviene nadie que no esté tocado por la gracia de la cansina progresía.

Y es que cada vez es más claro que lo políticamente correcto (incluido el engendro autoproclamado lenguaje no sexista), no es ni más ni menos que una imposición totalitaria.

Puesto que la fuerza del totalitario radica en quien se le somete en silencio por cobardía (el medroso) o por ignorancia (el toNtalitario), no voy a proponer más receta que la que rompe estos rigorismos ideológicos: diga usted las cosas como le salgan, como le gusten, del modo que facilite la comprensión de quien le escucha (que para esto es el lenguaje). Y deje que los demás hagan lo mismo. No agobie ni se deje agobiar. Aunque con tanto progre totalitario y toNtalitario acomplejado o desorientado, cuesta. Pero vale la pena.

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