lunes, 16 de junio de 2014

Fanáticos

No hay doctrinas fanáticas.
El fanático religioso o el fundamentalista democrático no dicen nada de la religión ni de la democracia.
El fanatismo es una cualidad de los individuos o, más fácilmente, de las masas.
El hombre-masa, siempre tan manipulable, siempre tan seguro de lo que es verdadero y falso, de lo que está bien y lo que está mal, se halla en un estado habitual de fanatismo.
Quizá un signo de que alguien es fanático es que considera la doctrina opuesta como fanatismo en estado puro, lo cual significaría que todos los que la aceptan son intolerantes descerebrados por el simple hecho de pensar algo.
Por eso, el fanático suele considerar las ideas imperantes en su época (o su tribu) son LA verdad y que los disidentes, los otros, son el mal, el demonio (o l'enfer) al que hay que exterminar.
El no fanático considera las ideas que rechaza como errores frente a los que cabe argüir.
El fanático persigue personas, el que no lo es combate ideas.
Cuando la idea imperante era el cristianismo, los fanáticos cazaron brujas; hoy las ideas imperantes son de otro tipo y se persiguen otra clase de brujas. El mecanismo parece idéntico.

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