La autonomía, el dirigir
la propia vida según criterios propios, refuerza las individualidades poderosas
pero, hay que entenderlo, es muy distinto del individualismo.
Porque el hombre es un
nudo de relaciones, un ser de encuentro. Para ser hombre necesita amar y ser
amado o, lo que es lo mismo, necesita una relación cualitativamente
enriquecedora, un encuentro plenificante.
Necesita poner en juego
su vida para sacarle el mejor partido posible a sus cualidades.
Algo de esto es una vida
plena. Y algo así le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:
«La vida humana, por su
naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o
humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de una condición extraña,
pero inexorable, escrita en nuestra existencia. Por un lado, vivir es algo que
cada cual hace por sí y para sí. Por otro lado, si esa vida mía, que sólo a mí
me importa, no es entregada por mí a algo, caminará desvencijada, sin tensión y
sin «forma». Estos años asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables
vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a
qué entregarse».
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
No hay comentarios:
Publicar un comentario