Cuando el personal se
pone fino, distingue entre auctoritas
y potestas, autoridad y potestad, que
podrían parecer dos modos de mandar.
Porque quien tiene
potestad, manda (bien o mal, que eso es otra historia) y los mandados obedecen
(por hábito, porque sí o porque si no viene el estacazo) y fin de la historia.
Pero cuando se tiene o,
mejor, cuando se es una autoridad, entonces no se manda (ni falta que hace),
entonces ocurre que se pone ante la gente caminos fecundos, modelos que son
modos de plenificar las vidas de quienes deciden ir por ahí. Y quienes toman la
iniciativa de seguir a la autoridad no son unos mandados, claro.
Pues algo de esto le
entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«Mandar es dar quehacer a
las gentes, meterlas en su destino, en su quicio: impedir su extravagancia, la
cual suele ser vagancia, vida vacía, desolación»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.
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