El ideal de la felicidad,
de la vida plena y lograda remite a una tensión hacia la mejora, hacia
adelante, hacia la plenitud alcanzable por la acción. Y eso parece ser la vida
humana. Y por eso, la aspiración a una vida sin tensión, sin lucha, es más propia
del manso animal doméstico en que se han convertido no pocos.
Por el contrario, Alinsky
ve los retos de la existencia y la necesidad de asumirlos para seguir vivos:
«La vida está delante de
nosotros, y si no nos ponemos a prueba enfrentándonos a sus desafíos,
acabaremos acurrucados en los valles de una existencia sin sueños cuyo único
propósito es la preservación de una seguridad ilusoria».
Alinsky, Tratado para radicales
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