martes, 6 de febrero de 2018

Autoridad y tarea del intelectual, si las hubiera

Se dice de alguien que es una autoridad cuando exhibe la excelencia en algún ámbito o, como dicen los latinos: auctoritas est iudicium sapientis in sua scientia. De modo que hay quien es una autoridad en historia y quien lo es en el tenis o en la medicina.
No son pocos los intelectuales modernos y postmodernos que parecen haber perdido todo rastro de autoridad.
Quizá porque no saben lo suyo o lo que los demás juzgan que debiera saber el intelectual, que podría ser.
O quizá porque no abordan con rigor su tarea y, dejándose llevar (que es muy pasivo, más de actor que de autor) por las carantoñas de las pasiones políticas (al decir de Benda), “posan”, “hacen como sí”, cacarean eslóganes.
Que es rentable, claro. Pero no era eso. Porque si el intelectual tiene algo que aportar, será algo más bien activo que pasivo, algo más de autor que de actor, algo más que lo arraigue, lo enraice y vitalice  que algo que lo convierta en un vocero de causas progres, comprometidas y a la moda, predecible y prescindible.

Algo de esto le entiendo a Vargas Llosa. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«otra de las razones de la pérdida de «autoridad» de muchos pensadores de nuestro tiempo: no eran serios, jugaban con las ideas y las teorías como los malabaristas de los circos con los pañuelos y palitroques, que divierten y hasta maravillan pero no convencen»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo

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