Nuestras expectativas condicionan
notablemente nuestra valoración y comprensión de la realidad. La misma
calificación es valorada de un modo muy diferente por alumnos con elevadas o
bajas expectativas, y así con todo.
Burlar lo que otros
esperan, desconcertarlos, sorprenderlos y, en una palabra, escandalizarlos sólo
puede hacerse haciendo algo insólito. Pero cuando lo que se espera es la
provocación, ya no sorprende y se aplaude (o se repele, tanto da) que el
personaje haga bien su papel.
El artista que procede
así es un actor, un ejecutante más o menos habilidoso, más o menos gracioso.
Pero no es un creador, alguien que zarandea los “lugares comunes” provocando la
reflexión, la mejora…
Algo de esto dice Vargas
Llosa, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«En nuestros días, en que
lo que se espera de los artistas no es el talento, ni la destreza, sino la pose
y el escándalo, sus atrevimientos no son más que las máscaras de un nuevo
conformismo»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
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