Ojalá fuese sólo cosa del
pasado.
Ahora arrecia la censura
(“no podemos quejarnos”, como en el viejo chiste sobre Cuba). Más fuerte y
taimada que las ideologías del siglo XX, que sembraron el mundo de cadáveres y
pisotearon las libertades. Con idéntico aplauso de la “intelitgensia”, con
idéntica ceguera o cobardía. Avanza implacable como un ángel frío metido en concienzuda
faena. Por las tres vertientes de la tríada gramsciana, además.
Algo de esto dice Vargas
Llosa, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«he visto a muchos
escritores que admiré y tuve por directores de conciencia equivocarse también
y, a veces, poner su talento al servicio de la mentira ideológica y el crimen
de Estado»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
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