jueves, 8 de febrero de 2018

Sexo, uniformidad o libertad


A fecha de hoy la educación afectivo-sexual se imparte como si sólo hubiese una orientación correcta, buena, verdadera y legítima. Como si fuese la tabla periódica o la regla de Ruffini mismamente.
Ignorar distintos enfoques, distintas sensibilidades e imponer sólo una no es el único fallo pero es importante porque elimina a las familias (al menos aquellas que no coincidan con esa única orientación que se impone en el colegio) de la educación de sus hijos en un ámbito tan sensible como es la afectividad.
Es, además, obligatoria puesto que se imparte en los tramos de enseñanza en que los niños necesariamente han de asistir al centro escolar. Y, eliminados los padres de ese ámbito (en contra de lo que dicta la Constitución, además) el Estado transmite la orientación que dictan grupos de presión (lobbies). Una joyica de ingeniería social.
Y no todos los que se oponen a este rodillo son ajados puritanos. Miren si no a la atractiva y sexualmente interesante Catherine Millet que, junto a otras valientes, está siendo linchada por la censura progre a raíz de su reciente defensa de la libertad en estos lares.

Pues por ahí podría andar también Vargas Llosa, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo como aviso a navegantes. Por si interesa:

«Sacar al sexo de las alcobas para exhibirlo en la plaza pública es, paradójicamente, no liberalizarlo sino regresarlo a los tiempos de la caverna, cuando, como los monos y los perros, las parejas no habían aprendido todavía a hacer el amor, sólo a ayuntarse»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo

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