Hay críticas y críticas.
Unas son análisis, juicio
y mirada escrutadora que busca la causa del mal, la desviación que explica por
qué no estamos todo lo bien que podríamos y deberíamos. Estas nos sitúan dentro
del problema buscando qué camino hemos de andar para mejorar las cosas, enderezar la
situación y a nosotros mismos, ya puestos.
Otras son pedradas,
reproches que dejan flotando en el aire la superioridad moral del juicio
inflexible e inapelable del reprochador. El único camino: la destrucción de lo
criticado, inservible e irrecuperable.
Y todo es crítica. Pero
no es lo mismo. Como no es lo mismo quien (se) critica para humildemente mejorar que quien critica soberbiamente para destruir.
Algo de esto dice Vargas
Llosa, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«No es malo que los
principales privilegiados de la libertad critiquen a las sociedades abiertas,
en las que hay muchas cosas criticables; sí que lo hagan tomando partido por
quienes quieren destruirlas y sustituirlas por regímenes autoritarios como
Venezuela o Cuba»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
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