Cuando no se entiende
bien de qué va la progresía, parece como desorientada, contradictoria. Antaño
reclamando amor libre y sexo a cascoporro y hoy censurando piropos y ninfas.
Unas veces una cosa; otras, la contraria. Pero siempre imponiendo lo suyo,
siempre incordiando el normal sentir de la peña, siempre con el impagable apoyo
del ejército de tontos útiles que ¡son más buenos! Más buenos que listos, en
cualquier caso.
Algo de esto le entiendo
a Vargas Llosa. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«El erotismo ha desaparecido, al mismo tiempo que
la crítica y la alta cultura. ¿Por qué? Porque el erotismo, que convierte el
acto sexual en obra de arte, en un ritual al que la literatura, las artes
plásticas, la música y una refinada sensibilidad impregnan de imágenes de
elevado virtuosismo estético, es la negación misma de ese sexo fácil,
expeditivo y promiscuo en el que paradójicamente ha desembocado la libertad
conquistada por las nuevas generaciones».
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
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