Los animales no tienen
intimidad. Todo lo hacen a la vista. Por eso no se visten: su desnudez supone
que no hay nada que ocultar, nada que insinuar, nada que mostrar. No hay nada más que
lo que hay.
La intimidad supone un
desdoblamiento. Un dentro y un fuera. Una capacidad de gestionar las
dimensiones de la personalidad (ocultando, insinuando, mostrando).
Mostrar todo significa no
gestionar nada… como los animales. Mostrar todo voluntariamente (vía apps móviles,
internet…) significa renunciar al control de la intimidad… para hoy y para el
futuro (que la red la carga el diablo).
A ese regreso al momento en que aún no vivíamos en cavernas algunos lo llaman progreso y modernidad. Será por
nombres…
Algo de esto dice Vargas
Llosa, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«La desaparición de lo
privado, el que nadie respete la intimidad ajena, el que ella se haya
convertido en una parodia que excita el interés general y haya una industria
informativa que alimente sin tregua y sin límites ese voyerismo universal, es
una manifestación de barbarie»,
Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
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